Sobre su niñez y adolescencia no hay mucho que decir (de hecho nada), salvo que gusto de la música, ciencia ficción e inventar sus propios cuentos, hecho que siempre a sido su distracción y por haza res del destino, la amenaza se cumplió y se convirtió en escritor amateur con ínfulas de grande. Falósofo de la netafisica, el Robinson Crusoe de la isla de 22 millones de cábulas perdidos, gusta de la computación (área en la que se desempeña), diseño gráfico y ha tenido el cinismo de llamarse así mismo músico, especialmente ¨ejecutante¨ de batería, en varios sentidos de la palabra.

Actualmente en Compañía de su secuaz y amigo Pedro Rodríguez, junto con Samuel Espejel, planea sacar una Editorial de cómics al Aire.

Seguiremos informando.