El chivo
Carlos Pineda
...vino la boda, el jolgorio, y el ver cómo de a poco la panza se le iba inflamando hasta hoy día, en que la partera del pueblo está por llegar.
Todo normal: los gritos, el sudor, el dolor, la ansiedad de los que esperan afuera, y los ojos saltones, ávidos, de la partera (como si en cada hijo que trajera al mundo trajera un hijo suyo, un hijo que quiso pero no pudo, no tuvo...) En fin, el momento se acerca, está lista... allí... ¡ahí viene!... ya, ¡puje, señora! ¡puje, le digo! ¡ándele tantito más! sí, sí, viene, ahí viene, ¡duro! ¡ya viene! ¡ya viene! ¡ya vi...rgen Santísima! (aquí la partera se santigua)... y que salta de la entrepierna de la mujer un chivo, un chivo que apenas vio por dónde y después de sacudirse tantito que se echa a correr hacia donde se van todos los chivos.
Al poco rato las autoridades y el cura del pueblo se enteraron del caso (que, se rumoró, bien podría ser asunto demoníaco, pero no, el cura dijo: raro es, cierto, pero por aquí no anda el diablo). Pronto por órdenes de Dios y la ley los hombres se dieron a la caza, y rápido el monte pareció un hervidero de gentes como si fuera tiempos de Semana Mayor. Pronto el chivo cayó en manos de la multitud y rápidamente fue sacrificado.
Todo tiene su razón, y si, como contó la partera, ese día una mujer había parido un chivo saltarín y correlón, eso no significaba que no habría que enterrarlo en su cajita de infante difunto con su cruz, sus santos óleos y su misa de cuerpo presente. En fin, chivo, sí, pero chivo cristiano.
* Derechos de autor del autor. Publicado en Ficticia con permiso del autor, el: 07/Jul/05
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