Ruido adentro

Carlos García Miranda

En la madrugada ella sintió un ruido tras la puerta de su habitación. Un ruido en el corredor. Esperó unos segundos arropada en su cama. El ruido continuaba ahora en la sala. Estaba segura de que era en la sala. Entonces se levantó. Fue hacia la puerta. Se apretó contra ella. El ruido seguía. Esta vez en la cocina. Ella volvió a su cama. Sin éxito buscó algo en su velador. Insistió debajo de su cama, su almohada, entre sus sábanas. Nada. Luego, terminó quedándose mirando largamente la puerta. Al otro lado, el ruido proseguía en toda la casa.

Por la mañana ella estaba en la cocina. Sorbía lentamente su café. Sorbía mientras miraba al otro untar un pan con mantequilla.

-Te digo que ya no quiero permanecer un rato más aquí -dijo ella mirándolo por sobre la taza de café.

-No te asustes, ya pasará -argulló el otro

-Jódete, yo me largo.

-¿Y esto?

-¡Que se lo lleve el diablo, no me importa!

-Eres una tonta, vas a dejar que se salgan con la suya.

Ella sintió su café frío. Puso la taza sobre la mesa húmeda y grasienta. El otro dejó de untar más mantequilla en su pan. Dio un mordisco. Desde la ventana caía un rayo de sol. El rayo llegaba hasta los pies de la muchacha.

- Entonces alquílalo - dijo el otro mordiendo su pan.

-¿Quién lo querría?

- Cualquiera que no les tema

- Todos les temen

- Yo no

Ella dejó de mirarlo. Sonrió. El rayo de sol encendía ahora su larga cabellera castaña.

- Estás loco- dijo

- No, únicamente no tengo miedo

El otro la miraba mientras seguía mordiendo su pan. Ella no quería ceder, pero él continuaba insistiendo. A ratos era como un ruido en su cabeza. Un ruido que iba de un lado a otro, como aquel ruido de la madrugada anterior.

-¿Eras tú, no?

-¿Qué?

-No te hagas, eras tú el de los ruidos

-¿Deliras?

-No, eras tú

-¿Estás loca?

-¡Eras tú, maldito, tú!

Un poco turbado el otro dejó de morder su pan. Lo dejó a medio consumir sobre la mesa. Lo dejó y salió. Ella lo vio a cruzar a través de la puerta. Sintió sus pasos en el corredor, la sala, su habitación, el baño, nuevamente la sala, el corredor...

Había llegado la noche y ella seguía en la cocina. Estaba sola y temblaba. Sola y mordiéndose los nudillos. Mordiéndolos como si fueran un pan. Un pan ensalivado y lleno de mocos. Ella mordía sin dejar de mirar hacia la puerta. Detrás, el ruido, otra vez incesante, en toda la casa...


Otro cuento de: Cementerio    Otro cuento de: Presencias  
Otro cuento del Mismo Autor   
 Sobre Carlos García Miranda    Envíale e-mail
 Índice de temasÍndice por autoresEl PortalLo Nuevo
 MapaÍndices AntologíaComunidadParticipa

 

 

* Derechos de autor del autor. Publicado en Ficticia con permiso del autor, el: 23/Dic/04