Desde el proscenio
James Martell
Una mirada seca hacia los presentes. Desde el proscenio, la figura elegante y preparada; algo trémula, como en estos casos. Las manos en paralela caída al torso, sosteniendo el vacío que cae en antagonismo gravitacional. Unas ligeras manchillas, tonalidades más oscuras del pantalón, a la altura de la ingle. La corbata algo fuera de lugar, con el cuello palpitando y la garganta embadurnándose a sí misma, intentando corregir la sequedad, retornar a la saliva pueril de la alegría ignorante. Los espectadores esperando, impávidos ingenuos, queriendo ver, sentir, curarse perpetuamente por una hora. Él avanza con las pupilas, tras el público, tras el teatro, tras todo lo que sigue a esa calle y esa ciudad, despilfarrando su horizonte ante todo aquello que por algún momento creyó otro; ante el mundo. A sus pies la orquesta expectante, concentrada en la línea previsora a la siguiente nota, al siguiente ritmo marcado, ordenado. Él suspira, y algunas mujeres tocan su pecho, se preparan a la sorpresa, al grito posterior a la decisión. Nada pasa.
En la calle, las figuras se detienen, por un instante, parecen concentrarse en algo, en aquello que la mirada designa, señala, explícita en su camino, en aquella ligera línea que zanja ese espacio.
Él abre la boca, con labios agrietados emite un sonido agrio, tosco, pareciese estertor. Reconocen el sonido, y aplauden.
* Derechos de autor del autor. Publicado en Ficticia con permiso del autor, el: 06/Jul/02