El ojo en juego

Rodrigo Azaola

Respecto a la narración cinematográfica sería irresponsable aventurar una sinopsis, de forma onerosa, aún la película es desconocida. En cuanto al aspecto inusual, por decirlo así, ajeno al film, pocas producciones han conformado alrededor de su rodaje y posterior exhibición tantas y extrañas divergencias en obvio detrimento de la verdadera búsqueda: la existencia de una copia. La filmación de la película se supone realizada durante el invierno de 1957, misma temporada en que la conflagración de la villa y las desapariciones coinciden. Además, en noviembre del mismo año ocurrió la separación definitiva con Delfina Azarmendia. En palabras vertidas en cuanta publicación de la época pretendiera atención, la ruptura obedecía a "la fiebre cólica" con la que su marido se entregaba al trabajo. La única hija del director, Katia, entonces de 24 años, afirmaba que la obra de su padre ere deslustrada por el rumor de una película incierta. Tal animadversión no basto para alejarla de Prim cuando en enero del siguiente año éste fue desahuciado debido a una violenta infección que lo hubiera entregado a la muerte de no haber sido por la pronta y ortodoxa intervención de un anciano iraní. Katia Prim, hasta sus últimos días, desmintió la existencia de la polémica cinta, pero también así el comportamiento de su padre, por demás posesión del ámbito público. En cambio, para Marcelo Rovetta, productor de comedias musicales, a causa del efecto final en conjunto, el cual juraba vehementemente conocer, "era imposible pulir más el diamante de la vesania". La primera noticia de una probable exhibición del film se registra en el verano de 1958 en una aldea de Murnau, localidad en donde el actor R. L. poseía una apartada villa. A pesar del celo con el que se pretendió encubrir la ocasión, los rústicos pobladores dieron aviso a las autoridades del singular evento, y gracias a los documentos gráficos de la prensa es posible reconstruir la extraña procesión convocada por el cineasta; de manera extraordinaria, Leistar Leicrow, pero también Inga Lippen, repudiada por su acto teatral con ofidios, Octavius IV, heredero de la tradición de la Ordus Orienti, actores y actrices en franca decadencia; Bianca Servi, Kenn Scott, Livia Atkins de la mano del director Abraham Poitier; maestros de varias sectas, hipnótistas, discípulos de Blavatsky, quirománticos, frenéticos millonarios y por lo menos una docena de jóvenes aletargadas en abrigos de pieles. Si la película fue exhibida no le quita mayor importancia al hecho de que durante tres días rabiosamente algo en Murnau celebraron. Cuando un experimento fílmico, si morigerada la eventualidad por la técnica, cristaliza valores que le permitan explicarse por sí mismo, adquiere el título de largometraje. Tal circunstancia es la de la obra "enceguecedora" de Blas Prim, cuya duración consta, de acuerdo a testimonios faltos de veracidad, de veinte a veinticinco minutos. Conocida era la sensibilidad de Prim tras la lente, conocida también su reputación. Al lado de grandes filmes como la épica "Noche del barquero", "La esclavitud de nuestro tiempo" o la celebrada "Medalla en la cruz", documental bélico que repercutió en su patria como apología de la victoria arrebatada, reposan los grandes revuelos en que se le involucró; deportaciones, fraudes, golpizas propinadas a esposas y técnicos por igual, su afición a los excesos y la evidente inclinación a herejías cada vez mas violentas. Nadie refutaba su inequívoco criterio cinematográfico, tampoco grandes estudios lo contrataban, e incluso, azuzando su inestable reputación, se le relacionó con las desapariciones de las campesinas en Badalona. La casa productora, en cuyos mismos directivos persistía la incertidumbre, no desmintió las investigaciones, bastaba con el largo litigio que Herbert Mancor, dueño de la villa, había incoado por la muerte de dos sirvientas durante el incendio. Ante quien asegura conocer el título verdadero "El ojo que no tiene niña", "El fuego del cabrón", para otros "Mujer y muerte nueva", la historia dubita. ¿De no existir la película por qué inventar un nombre? ¿O por su misma existencia perentorio condenarlo al olvido? Aludiendo al contenido de la cinta así como a los posteriores desenlaces, se nombra a tal episodio la obra negra de Prim. Los años siguientes a Murnau soterraron la única evidencia tangible de la supuesta filmación. Se supone Prim se había retirado a la villa con un reducido equipo de filmación, el fotógrafo y apenas seis técnicos, quienes renunciaron uno a uno. En cambio, durante las tres semanas siguientes, lapso en el cual ni Prim ni el fotógrafo abandonaron la villa, además del dueño, tres invitados más arribaron a la región. La llegada de uno de ellos, L. Leicrow, coincide con la desaparición de dos mujeres, madre e hija, a lo largo de la carretera Gerona-Figueras, a solo 9 millas de Llobregat. Pero cuando las investigaciones de la policía apuntaron al sur, en la noche del 18 de diciembre un violento incendio extinguió la hacienda, la capilla, los campos y la alquería. Tales hechos no convergieron en la figura de Prim, pero bajo las cenizas de la villa quedo también su carrera, y hasta cuatro años después, gracias a la prensa bonaerense, se actualizó el interés por la obra negra. En un breve titular, retransmitido finalmente a las agencias internacionales, se daba cuenta del accidente carretero en el que Prim había fallecido. Tal noticia y otras tantas relacionadas con su biografía fueron recopiladas por un cuidadoso editor, quien más tarde decidió publicar la monografía intitulada "Blas Prim. 1911-1961" Además de un coherente recorrido por su filmografía, mención aparte merece el capítulo dedicado a la supuesta filmación y a los hechos que conformaron la obra negra. Tan sólo un año después de fallecer Prim, Katia se arroja a los despeñaderos de la costa marrueca. Benjamín Esterel, el supuesto fotógrafo en la villa Llobregat, muere sofocado por violenta infección cutánea. En riña callejera, Marcelo Rovetta es asesinado. Y no menos chocante la muerte de Herbert Mancor, quien conocido por su aviesa afición a las peleas de perros, en las cuales participaba ocasionalmente él mismo, habiéndose un día hecho inocular el virus de la rabia embistió febrilmente contra la hija del criado que le dio muerte a tiros. Son tales sucesos, por su misma naturaleza veraz y comprobable, los que mayor inquietud irradian sobre la cuestión de la supuesta cinta, puesto que de no haber acontecido, sería desvirtuado enseguida el inagotable caudal de rumores y suposiciones asociadas a la obra negra, y bien se barrunta una pavorosa obra de arte o un fraude de igual magnitud artística. Desde luego, como en el primer Drácula, la exhibición no se privó de ataques cardíacos ni de enfermeras en la sala, pero más graves acontecimientos ocurridos a quienes aseguran haber contemplado un acto circense diabólico, saturado de sadismo e impiedad, aberrantes símbolos y mujeres mesmerisadas, advierten la perniciosa influencia de la presunta obra. Después del incendio, según B. Esterel, en el cual los negativos y una importante cantidad de película aún no revelada se habían destruido, sólo tres copias sobrevivieron. La proyección de una probable copia, y su perdida, tuvieron lugar en San Francisco en el año de 1981. En tal ocasión, una fiesta convocada por un magnate de la pornografía, a pocos minutos de iniciada la película, un invitado perdió el control sobre sí mismo y desbocado, arremetió contra el proyector, consiguiendo hurtar la cinta para inmediatamente huir con ella. El americano, un insignificante coleccionista de pornografía, fue hallado al cabo de tres días flotando en la bahía. Los restos de una película, la obra negra o cualquier otra, se tornaron inservibles al ser encontrados en el estómago, garganta y boca del coleccionista, pues de acuerdo a la medicina forense, hasta provocarse la asfixia, había tragado la cinta. En tal época la existencia la cinta era ya aceptada en los círculos especializados de la critica cinematográfica, pero ciertamente nadie había visto la película, y los únicos testimonio eran casi infundios, extrañamente coincidentes en cuanto a la apoteósica muerte de cinco mujeres al final de la cinta. Es probable que en épocas en donde la censura decidía el tema de las producciones fílmicas, la historia de una cinta realizada al margen de la industria para el gozo de pocos privilegiados, fuera bien recibida por críticos ansiosos de afirmar mendazmente una obra realista al grado de la ilegalidad, cruel y sádica, casi como respuesta a las producciones que de ningún modo reflejaban la decadencia que castigaba al país. Se sabe que en una subasta a puerta cerrada en la ciudad de Londres, otra copia de la obra negra, una copia desincronizada, emergió tan misteriosamente como volvió a desaparecer. Además, se sabe que la película fue rematada por un monto elevadísimo, por el cual no se hubiera comprado una simple chanza. Por años la historia de la obra negra osciló entre ser una acertada burla y una realidad inaceptable. Sin embargo, hasta la última edición revisada de la monografía "Blas Prim.1911-1961", la ambigüedad de los hechos pareció inclinarse favorablemente hacia aquellos partisanos del salvaje manjar realizado por Prim. Ciertos hechos corroboraron las investigaciones del editor, y como una presa hambrienta que merodea alrededor de una vacilante conclusión, tras una visita a la ciudad de San Francisco, se acreditó que el supuesto lugar de la exhibición en la torre Ketzer no existía, puesto que si las notas periodísticas tanto como los reportes policiacos localizaban el evento en el piso 32, en realidad, la construcción de la torre había sido concluida en el piso 31. La última posibilidad de confirmar la existencia de la cinta o de reprobar el doloso engaño consistía en hacer pública la supuesta copia subastada. No obstante, dicha posibilidad se redujo al mínimo después de ser adquirida en la licitación, y así la naturaleza de una cinta desafiante, implacable, digna de confinarse al olvido se diluyó en la identidad del comprador así como en el origen de la fortuna que debió desembolsar, pues justo un mes y medio antes de escribirse esta nota, en la región de Catania, el pío comprador fue designado obispo.


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* Derechos de autor del autor. Publicado en Ficticia con permiso del autor, el: 05/Dic/99