Fairy Tale

Sergio Ochoa Meraz

Había una vez, miguelito, un par de enamorados que dejaron la casa de los mortales para convertirse en leyenda, todo comenzó una noche de julio, en un motelucho cerca de aeropuerto, cuando uno de ellos comenzó a escuchar...

De a cebollazo, de a cebollazo! El silencio rompía en llanto.

Tras un evento más, extasiante y extenuante, le ensordecía el silencio, le abrumaba una especie de clamor generalizado:

-de a cebollazo, de a cebollazo!

Habían terminado apenas, ambos seguían respirando con dificultad, pero miró a su alrededor, todo gritaba y parecía indignarse ante su indecisión; todo lo exigía, una faena más; el espejo chorreado, con marco de vil madera-mezquite y atornillado a la pared; le tele que reposa en una férrea estructura metálica-vanguardista-desafiante-de-la-gravedad y celada por un imponente candado; el buró, inmóvil, completamente quieto, testigo de mil batallas; el cenicero... hasta el pinche cenicero, obligado a permanecer estático gracias al excelente desempeño de una plasta de resistol 5000. Incluso el control remoto, que presumía de genial cable de acero galvanizado a manera de falso rabo.

Al margen de las circunstancias descansaba una cajetilla de dunhill y un encendedor de plata, elementos siempre cómplices de la ya casi vacía botella de vino tinto y un par de vasos desechables, en una más de esas incursiones hacia donde la nada lo es todo.

La conclusión, el resultado, el premio, la ganancia, la consecuencia de algún otro orden de mentiras de mundanal y poco elevado significado yacía a lado, jadeante aún.

Las pesadas cortinas púrpuras, el silloncito ya sin forma, en la inmediatez...

-de a cebollazo, de a cebollazo!

Prefirió voltear a la derecha y descubrir la desnuda espalda de su pareja, quiso hacer caso omiso de la ya exigencia pública pero sucumbió. En profundo auto análisis encontró las fuerzas necesarias para entregarse a la pasión una vez más y en un arranque de pelos y lujuria tomó casi por sorpresa a su cómplice y... mole doña maría!

El intenso y jadeante vaivén, la tomoenague, la doble nelson, la filomena, la tapatía, la quebradora e inclusive el martinete poco o nada tenían que hacer frente al "cebollazo"!

Recordó entonces la ilustración en un libro alguna vez y con vergüenza ojeado, grabó casi al dedillo las instrucciones y era momento de ponerlas en práctica.

Con desconfianza, weba y escepticismo su víctima le observaba a detalle, intentó exclamar algo así como "espérate un rato" pero la decisión estaba tomada.

Love hurts, versión dance.

Emulando a un par de contorsionistas nuestra feliz pareja iba derechito al éxtasis de su existencia, en singular armonía se aferraban mortales y temerosos a este mundo, pero el deseo, la entrega, les tenía listo ya un boleto de pura ida... el cebollazo es solo para iniciados, para aquellos que tienen el don. Su existencia se justifica así misma arrancado las almas de los cuerpos que le invocan...

*mi comandante wesson, qué pasó? Me estaba chingando una cawama cuando.... argh! Qué es eso?

-no tengo idea teniente smith, me acaban de avisar los del motel, yo estaba en un cuarto del otro lado. Hay que hablarle al "eme pe"

*estuvo cabrón ¿no?

-pos la verdad es que regular, mira que la pelos ya está perdiendo estilo.

*No!, yo estoy hablando de esto, ¿cómo que se le afigura que pasó?

-pos yo diría que fue algo así como suicidio ¿no?

* pero es que están como hechos nudo, además....oiga, quién es cual?

-no tengo idea, yo por si las dudas no vuelvo a venir a este motel!

*no, pos yo tampoco.

Y así fue miguelito, desde entonces nunca más puse un pie ni otra cosa en eso motel.


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* Derechos de autor del autor. Publicado en Ficticia con permiso del autor, el: 06/Dic/00