Un lector decepcionado es un alma sin rumbo
Miguel Ibáñez
Cuando por fin llegó el día del Apocalipsis, me faltaban diez páginas para acabar la novela que estaba leyendo y saber quién era el asesino.
Creo que todo fue muy rápido. Cuando sonaron las trompetas que llamaban a juicio, me faltaban ocho páginas. Cuando reunieron a los elegidos para ascender a los cielos, me faltaban seis páginas. Ya sólo estaba a tres páginas del final cuando precipitaron al infierno a los pecadores. Al llegar a la última página y cerrar el libro, me di cuenta de que todo había sido arrasado.
No sé si me llamaron, la verdad. Seguramente me convocaron para ir a un sitio u otro y no me di cuenta. Y después se olvidaron de mí, con tanto jaleo. Ahora me paseo entre las ruinas humeantes, por la tierra hecha cenizas, entre los escombros del mundo, y no puedo evitar la sensación de haberme perdido algo grande por culpa de una novela.
Encima, el asesino era el mayordomo.
* Derechos de autor del autor. Publicado en Ficticia con permiso del autor, el: 07/Mar/05