Nostálgico del Ayer
Elías Ruvalcaba
Aquel hombre maduro estaba obstinado con una idea enfermiza: encontrar la fórmula para detener el paso del tiempo. Sentía angustia ante la inminencia de enfrentarse con los rigores que trae consigo la vejez, y añoraba el pasado con obnubilación. Quería recuperar a toda costa los momentos felices de su juventud y de su infancia.
En eso cavilaba cuando se le apareció el chamuco y le dijo:
Y condujo al hombre a una bahía remota y solitaria. Era un paraje lleno de magia y simbolismo, donde el vaivén del mar marcaba el pulso de las horas acumulando segundos en la arena.
-Esta es la playa privada de La Muerte... -indicó el demonio-. En ella se localizan todos los relojes de la vida que llena con esta arena. Aprovechando que la propietaria del solar siempre se encuentra muy activa y ocupada, cumpliendo con su misión impostergable, en un descuido que se dé podrás ver el tuyo...
Llegado el momento, se internaron en aquel gigantesco laberinto formado por millones de relojes y pudieron constatar que algunos tenían consumida más arena que otros. Evidentemente, se trataba de las vidas que estaban a punto de fenecer, en contraste con otras cuya cuenta regresiva apenas comenzaba. De pronto, Lucifer se detuvo para señalar:
Era un reloj que, obvio, tenía agotado más de las dos terceras partes de su tiempo. El nostálgico del ayer, al mirarle, acrecentó su inquietud.
Y así lo hizo El Malo, al son de su mordaz y estrepitosa carcajada...
En los subsiguientes meses, el hombre pudo advertir con asombro que conforme el tiempo transcurrió recobraba la lozanía y el vigor en su cuerpo. Hora tras hora, día tras día y año tras año era cada vez más joven. Al principio se sintió dichoso con poder recuperar las horas perdidas, pero conforme se produjo el tránsito de las semanas aquella experiencia resultó catastrófica. En realidad estaba viviendo de adelante hacia atrás y no había acontecimiento alguno que no estuviera repitiéndolo otra vez. El tedio de vivir de esa forma era tremendo: todo era previsible. La vida no tenía sorpresa alguna, condicionada por aquel avance ridículo y absurdo de la madurez a la juventud, de la juventud a la adolescencia, de la adolescencia a la niñez...
Terminó reflexionando que era víctima de una broma demoniaca. Y lo era...
El colmo fue cuando apenas con un peso de 2 kilos 400 gramos vivió la experiencia traumática de introducirse de nuevo en el vientre de su madre. La maldad de Satanás no concluyó ahí, sino que pronto su víctima estuvo convertido en un simpático y retozón espermatozoide, para semanas después terminar diluido en un torrente de enzimas y aminoácidos...
* Derechos de autor del autor. Publicado en Ficticia con permiso del autor, el: 06/Oct/99