Leoncillo

Rodrigo Villegas

Tranquilo, solo, no hay mucho ruido y el convoy parece estar viniendo. El andén se llena de aire a la llegada del enorme gusano metálico, el ruido de sus llantas rechinando en la vía hace despliegue de fuerza hasta que se escucha un chasquido, se detiene, sus puertas se abren y salen unos cuantos, la alarma de entrada nos dice que no estará abierta por mucho tiempo, es entonces cuando entras.

A la vista: rostros cansados, fastidiados, odiando sus vidas, anhelando llegar a casa para encender el televisor y olvidarse de la rutina a la que mañana seguirán encadenados. Señoras, niños, albañiles, oficinistas, estudiantes, ancianos, todos están ahí. Un individuo con unos walkmans se sacude divertido al ritmo que sólo él puede escuchar, todo parece cotidiano, llegas a la siguiente estación, sale y entra gente, algo llama tu atención:

-¿Papá, verdad que adonde vamos a ir es de noche?

-Sí...

-¿Y por qué es de noche?

-Porque allá el sol se mete más temprano

-¿Podemos vivir allá siempre?

-No lo sé, ¡ya cállate!

A la niña no le queda otra más que guardar silencio. Sus ojitos miran el techo con aire curioso, su papá parece molesto y muy adentrado en sus propios pensamientos, asiente constantemente con la cabeza y sujeta fuerte a la niña de la mano, a ella no le gusta y busca zafarse un poco el apretón. Tiene una linda cabellera rubia, ojos verdes y tranquilos, pants rosas y una sudadera blanca y sucia por las mangas de un color naranja, tal vez sopa, en el frente tiene el dibujo de un león caricaturizado, un felino con una gran sonrisa y con una nube que dice: "Hola". Sus pequeños converse le dan un gran pisotón a su padre: "Me estás lastimando", el adulto le afloja un poco el yugo y sigue con su mirada perdida.

Ella voltea y clava su mirada en ti, es demasiado fuerte, es pura y bella, le habrías sonreído de no sentir un ligero escalofrío, no mereces ser observado por algo tan hermoso, volteas irremediablemente al vendedor gritón de "Aprenda a bailar hawaiano en 3 estaciones". De reojo te aseguras que sus ojos ya no estén encima de ti, pero no, parece que ahora se ha interesado más en tu persona, es asfixiante, la luz blanca de su acechanza te carcome como un ácido gástrico a bolo alimenticio. Suplicas a Dios que te deje en paz, por favor. Ella no entiende por qué haces tantos gestos, sin embargo parece que tu súplica fue escuchada y Dios ha decidido ayudarte...

El tren se detiene, las puertas se abren y entra una pasajera que distrae tu pequeña tortura. Debe ser algo similar a un ángel, o mejor dicho a un arcángel: es una enfermera, poco regordeta pero potable, rostro maquillado, cabello teñido de rubio, facciones sensuales y femeninas, excesivamente sugestivas; pero hay algo incongruente en su rostro, intentas encontrar qué es sin que ella se dé cuenta, buscas su cara, pero ella la esconde, qué demonios es, entonces voltea hacia ti, aceptando el reto, y no puedes hacer mas que impactarte, es su mirada, en concreto sus ojos, hay algo extraño, ¡son rojos! Frotas los tuyos, tal vez la luz no favorece y los has observado mal, sin embargo al abrirlos compruebas que no hubo error: Rojos como la sangre.

Ella sonríe burlonamente. Hay algo en ella que hipnotiza, algo que recuerda a una serpiente acorralando a su víctima que al no tener escapatoria lo único que puede hacer es temblar de pánico, algo así sucede. Te mira, la miras, sigue sonriendo, remoja lentamente sus carnosos labios con la lengua, no hay nada qué hacer, sólo observas anonadado, en ese momento le perteneces, ella lo sabe pero decide dejarte en paz un rato, guiña su ojo derecho y te da la espalda.

La niña ha observado todo, pero no parece impresionarle, ambas chicas intercambian miradas. La enfermera ahora tiene una expresión maternal y la niña la ve con aire retador, algo tampoco le gusta de esa supuesta caricia visual, pero la mujer no cede y parece desmoronarse de ternura. MI VIDA LOCA, puedes leer en la parte trasera del cuello de este ángel underground, en color azul acompañado de un par de máscaras de teatro, la una triste y la otra contenta.

El padre de la niña se percata de la mujer, cambia la mano con que sujeta a la pequeña pasándola a su costado contrario, no tiene ánimos para enfermeras curiosas. El metro arriba a la penúltima estación, la mujer va a bajar, antes de hacerlo pregunta a los ojos verdes en tono dulce: ¿Cómo te llamas?, Qué te importa, la enfermera ladea su cabeza y añade: "Lástima que seas tan linda nena, allá no siempre es de noche. Nos vemos" toma su otra mano y la besa, el padre se enoja y empieza a gritar pero el tatuaje ya está afuera y la puerta se ha cerrado. La enfermera queda parada en el andén mientras el tren camina, mira a la niña por última vez y después se despide de ti con un beso al aire y una última sonrisa.

"¿Ya vamos a llegar?", "En la próxima bajamos", responde su padre. La gente ha bajado de nuestro vagón y quedan pocos: un señor dormido, la niña, su padre, tú. Un par de payasos acababan de subir y promocionan goma de mascar. Interpretan:

-Mira, ¿por qué tan triste?,-dice Moño-azul en tono divertido

-Es que ya no tengo dulces- responde triste Moño-naranja

-Yo tengo dulces de todos los colores

-Sí, pero yo soy pobre y no tengo pa comprar

-Yo también soy pobre, pero me gano la vida honradamente

-¿Prefieres hacer esto a robarle su cartera a los pasajeros?

-¡No, prefiero robarle su cartera a este pinche chaparro!- grita mientras ha golpeado una nuca con el bastón metálico de "Pachi-Goma". El papá de la niña sangra en el piso.

Moño-naranja saca una pistola de sus enormes pantalones: "A ver pinche güero dame tu cartera cabrón" No tienes gran opción, son dos contra uno, la niña está llorando, el pasajero que estaba dormido se despierta sobresaltado y Moño-naranja le dispara, "Sigue dormidito", dice amigablemente. Moño-azul esculca al padre de la niña y le sustrae una enorme cantidad de billetes. "A huevo, ya con esto. ¿Tú qué pinche mocosa, tienes algo?", la nena llora y llora: "Papito... papito levántate" El señor parece que ya ha dejado de escucharla, los payasos se van contra ti y esculcan tu chamarra, no encuentran mucho, Moño-azul se molesta y te golpea entre las piernas con su barra metálica, te revuelcas en el piso con gran dolor.

La niña pregunta a Moño-naranja: "¿A donde van ustedes es de noche?", el payaso confundido empuña su arma: "Mira pinche chamaca no me salgas con pendejadas". Moño-azul propina una patada a la niña que la hace rebotar en la puerta. Estás muy molesto pero no puedes siquiera levantarte. La de los ojos verdes gime con mucho dolor, hincada levanta el rostro y les dirige una mirada llena de resentimiento a los bufones: "Mi papá me iba a llevar a donde es de noche, ya no está conmigo, prometió regalarme una estrella pero no siempre es de noche. Señor payaso ¿por qué no le pidió una estrella a mi papá?", se acerca hasta donde su padre y lo abraza con vigor: "Yo te voy a cuidar papito, te quiero mucho". Moño-naranja no soporta la triste escena y apunta su pistola sobre la espalda de la nena, dispara.

El tren ha llegado a su última estación. Los payasos salen del vagón, tranquilos primero, corriendo luego. La alarma de las puertas suena, pero éstas permanecen abiertas por largo tiempo. Hay dos hombres muertos y una extraña niebla se apodera del vagón. Te arrastras hasta donde la niña, tiene los ojos abiertos, expresión serena; ha dejado de espantarte. Tú la hubieras llevado hasta donde es de noche, pero el leoncito ensangrentado de su sudadera te mira con gracia y la nube dice: Hola.


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* Derechos de autor del autor. Publicado en Ficticia con permiso del autor, el: 03/Jul/04