Sucedió en un palacio

Antonio Redondo Andújar

Toda la servidumbre de un palacio decidió retirarse a descansar por diversas razones que no vienen al caso. Y, viéndoles marchar, sus amos se reían: algunos con aplomo y otros, qué duda cabe, con gran delicade za. El caso es que ninguno intentó retenerlos y a la hora de comer acu dieron en tromba a la cocina y, al no saber qué hacer con la carne, el pescado y el resto de alimentos - puesto que estaban crudos- , terminaron con todo el embutido, la fruta y las verduras, sin lavar estas últimas y, aún menos, aliñarlas. Nadie limpió, después, los desperdicios y, así, al segundo día, la cocina exhalaba un olor nauseabundo. Dejaron de jugar a sus sutiles, lúdicos, en suma, inteligentes, ligeramente obscenos juegos recreativos y acabaron tendidos cada cual donde pudo, uno al lado del otro, bajo aquellas arañas que otrora iluminaron el más soberbio lujo y en las que ya habitaban sus hermanas homónimas. Se morían de sed, pues asimismo nadie sabía dónde hallar el agua necesaria, sino sólo el licor que antes los embriagaba y que ahora quemaba sus pulidos gazna tes. Ni qué decir, olían desagradablemente, pese a haberse rociado, día tras día, el cuerpo de perfume.

Pasado largo tiempo, volvió la servidumbre. Con prontitud pusieron las cosas en su sitio y todo volvió a ser como fue siempre. Sus amos, esta vez, no se rieron, pero sí elaboraron un conjunto de leyes que, ladinos, llamaron "Derechos y deberes de los trabajadores", plasmando en un artículo la obligatoriedad, en caso de conflicto, de establecer ciertos "servicios mínimos".


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* Derechos de autor del autor. Publicado en Ficticia con permiso del autor, el: 12/Oct/02