La vieja tradición (pormenores de la vida eterna)

Para Lucia Berlin

Carlos Cuarón

Antes del atardecer un cúmulo de pesadas nubes negras se había aferrado al cielo. Mientras oscurecía, la lluvia empapaba el atrio y el granizo golpeaba por fuera a los vitrales. Parecía que los golpes provenían del interior.

Estaban hincados frente al altar. Ella de blanco; el de negro.

Ellos se miraron fijamente a los ojos.

Un murmullo desvanecido por la granizada escapó de los invitados que abarrotaban el templo.

Una dispersa parvada de aplausos voló entre los invitados de las primeras filas.

Algunos chiflidos de apoyo brotaron de los invitados.

Protegidos por el halo dorado del altar, los dos se levantaron del reclinatorio, alcanzaron al padre y lo amordazaron con su estola. Luego le amarraron pies y manos con el lazo nupcial y lo sentaron sobre el púlpito, dejándolo cual muñeco de aquel gran ventrílocuo llamado Dios.

Los invitados batieron palmas.

Ella lo miró y le picó los ojos. Dos córneas gelatinosas pendieron de sus largas uñas.

Él la tantea y le sacó los dos ojos. Enteritos.

La Iglesia quedó en silencio.

El granizo aplaudió por los invitados.

Los novios buscaron con el olfato y, haciendo un gran esfuerzo, se arrancaron el corazón mutuamente.

Bajo una gran ovación quedaron unidos en vida eterna.


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* Derechos de autor del autor. Publicado en Ficticia con permiso del autor, el: 06/Oct/99