Vodka
Julio Ramírez
¡Pobre Vodka! Él, que siempre creyó que el lugar más seguro era su casa -su casa tan pequeña y tenue como una lámpara de petróleo-, y se encontró allí mismo con su despedida definitiva y prematura. Él, que había abandonado los paseos, las rutinarias correrías hacia su curiosidad instintiva, a la brisa acróbata con su voluptuoso olor de tarde, a la pródiga noche. Él, se quedó allí, en el cansado hogar lleno de cosas viejas y de palabras mil veces dichas que se repetían y se repetían en un fonógrafo inmenso que lloraba el silencio de la casa. La casa: anciana con dolencias, con su rescoldo asfixiante de calor, de pánico, de vejez. Y Vodka, el antiguo mozo de ideas liberales, no supo ya del despertar ni del desayuno. La mesa estaba dispuesta. Él, apretujado en su rincón, parecía querer vomitar entre sus largos bigotes y su pelambre hirsuta. Pero ya no importaba, los fantasmas de la casa lo dijeron: era un gato corriente.
* Derechos de autor del autor. Publicado en Ficticia con permiso del autor, el: 05/Abr/00