Ficticia:
Literatura en el ciberespacio

Angélica Aguilera

"Red" se ha convertido en una palabra de uso común. Sus posibilidades informativas, su configuración como un medio que permite la comunicación instantánea en prácticamente todo el mundo, la han convertido en un elemento capaz de resolver los múltiples requerimientos de una sociedad que gira en torno al instante.

La aparición de la telaraña informativa que enlaza nombres, rostros y personalidades separadas por continentes, que lleva las bibliotecas del mundo hasta la ventana de una computadora personal y presenta la más variada información, ha suscitado polémicas y despertado temores como lo hizo en sus inicios la televisión. Una anticipación y siniestra confrontación entre el ciberespacio y el arte, la educación y la ciencia, fue tema de discusión durante algún tiempo, lo mismo que la urgencia de legislar el Internet para evitar el bombardeo de pornografía, piratería y otras "rías" que, de todas formas, ocurren fuera de la red, en cualquier esquina, en puestos de periódicos y vagones del metro. EN el ciberespacio, como en otros medios de información o entretenimiento, es el usuario y no la res, quien determina qué quiere y cómo utiliza esta herramienta.

En el qué y en el cómo se han encontrado propuestas novedosas de creación artística y literaria: posibles interacciones, cauces de opinión y espacios en los que el único requisito es la calidad de lo producido. Ficticia (www.ficticia.com) es una ciudad de narradores que en tránsito o como habitantes permanentes escriben las páginas de esta urbe literaria. En su portal, la leyenda "Prohibida la entrada a poetas" es un aviso a tiempo, para quienes no siendo narradores pretenden franquear sus fronteras. No es que la ciudad de los relatos tenga encono contra los bardos, pero en la red literaria abundan ya las revistas dedicadas en su totalidad a la poesía, y ésta, aspira a ser un sitio especializado en narración.

Todos tienen algo qué hacer en Ficticia: lectores, cuentistas, críticos literarios en ciernes y visitantes que prefieren el anonimato, pueden recorrer toda la ciudad guiados por un mapa de sus principales sitios de interés. Del bar a la iglesia, cada espacio de la ciudad quimérica establece las reglas para quienes se aventuran en ella: en la cárcel, por ejemplo, el visitante encontrará relatos policíacos y crímenes, claro está, también ficticios. En el cementerio: suspenso, horror y peligro -sin descartar el humor negro- son ingredientes esenciales par aun recorrido entre criptas y, en el hotel de la ciudad, por supuesto sin nombre, el erotismo adquiere las múltiples formas que la expresión literaria le concede.

En esta revista cibernética se dan cita los más variados temas de la narrativa: crónica urbanas, teatro, cuentos de ciencia fricción, mitología, religión, deporte (porque Ficticia también tiene estadio), historias de naufragios y los resultados de la juerga permanente de quienes visitando esta metrópoli volverán sin duda una y otra vez.

El gobierno de Ficticia está encabezado por Marcial Fernández, Raúl José Santos, Diego García del Gállego y Mónica Villa, pero no se trata de un gobierno totalitario sino de una democracia literaria pura: hay un concilio, un grupo de fundadores y ciudadanos destacados que con sus narraciones imprimen movilidad a una revista en la que todo puede escribirse. Ciertamente, Ficticia es un sitio que aprovechando la revolución tecnológica el Internet lleva a la computadora personal de miles de lectores (más de diez mil hasta finales del año pasado) una gama de narraciones que encuentran espacio entre sus páginas. Hay un equilibrio notorio en esta revista que ha logrado desterrar la censura sin que ello signifique echar de menos una ficción de altos vuelos.

El turista podrá encontrar en esta urbe nombres diversos, como diverso es el universo narrativo; entre otras plumas, o mejor dicho, entre otros teclados, hay colaboraciones de César Benítez, Ignacio Trejo, Mónica Lavín, Severino Salazar, Francisco Conde y Beatriz Espejo, además de información bibliográfica de los autores.

Ficticia es sin duda un espacio literario que aporta soluciones a los lectores irreverentes, que ya no pueden tomar por asalto los puestos de periódicos, y una opción cibernética de esta ciudad de cuentos no la convierte en muestrario de imágenes: en Ficticia, como en cualquier otra revista dentro o fuera de la res, la devoción a la palabra es el portal soberano de la ficción, es decir, la entrada a la metáfora de la vida, al rigor de la imaginación.

 

Literalia Julio-Agosto/2000

 


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