Internet, un buen hogar para la literatura

por Jorge Luis Espinosa

Espacio que al final del milenio se confrontaron más por cuestiones apocalípticas que por un choque real, la palabra escrita editada en soporte papel y las nuevas tecnologías bien pueden hallar un buen matrimonio y no esa lucha fratricida que se vaticinó como el paulatino aniquilamiento del libro tal como hoy lo conocemos.

Desde hace dos años, Marcial Fernández decidió crear junto con algunos amigos (narradores y especialistas en computación) un sitio en la red: ficticia.com, una ciudad virtual donde toda calle condujera hacia algún cuento o relato dentro del más amplio espectro de la narración breve.

Pronto llegaron visitantes de casi toda la aldea planetaria, ya por las ganas de aventurarse por esas calles de la narrativa breve o bien para entregar ellos mismos algún texto de ficción, de tal suerte que hoy el promedio de visitantes, mensualmente, es de cerca de 40 mil "ficticianos", como lo asegura Marcial Fernández, él mismo cuentista y cronista taurino, quien dio un salto de lo virtual a lo real.

Y es que desde hace poco, Ficticia no sólo es un sitio en la red, sino también una editorial que ha publicado sus primeros tres títulos: Ciudadanos de Ficticia, un volumen que incluye cuentos de autores de México, Argentina, Colombia y España que es una suerte de panorama de lo que se encuentra en Ficticia virtual; Borges y el Che y otras historias hechizas, de Leo Mendoza; y El teatro de carpa y otros documentos extraviados, del guionista y dramaturgo Flavio González Mello.

Tres título a los que, a finales de enero del 2002, se añadirán: Retablo de quimeras, de Luis Bernardo Pérez, y Circo de tres pistas y otros mundos mínimos, de Luis Felipe Hernández. "Nuestra idea es sacar un título cada mes, exclusivamente de cuentos, porque a contracorriente de lo que se cree, el cuento tiene un público amplio. Nuestros libros sólo se han distribuido en librerías pequeñas, pero han tenido buena recepción. Esto demuestra que el cuento es un género tan mayor como la novela en cuanto al gusto del público", precisa Fernández.

Una serie de títulos cobijados en la Biblioteca de Cuento Anís del Mono, porque si algo hizo posible la edición de estos libros de cuentos es el patrocinio de la casa vitivinícola Osborne, que estableció este vínculo con Ficticia desde los tiempos de la página en la red, ya que dentro de la ciudad virtual también hay un bar donde esta compañía española promociona sus productos.

Este patrocinio, refiere Fernández, les permite pagar la edición del libro y adelantar una cantidad de dinero a los autores.

"Como editores, nosotros no ganamos, pero tampoco perdemos. Nosotros mismos cuidamos las ediciones, y con la crisis en Argentina nos están llegando trabajos interesantes, libros hechos que pensamos publicar, así como un volumen de un refugiado boliviano que hoy vive en Suecia. hay mucho material para dar a conocer, no precisamente de autores conocidos, pero en Ficticia nos interesa publicar, no a los grandes autores, sino a nuevos narradores que tienen una buen nivel literario, como los textos de autores argentinos que nos han llegado."

Además añade que esta editorial y página virtual está planteada, particularmente, desde el punto de vista del escritor y no del editor. "Quienes hacemos, ficticia.com y ahora la editorial, pensamos como escritores. Nos interesa mostrar nuestro trabajo y quizás, en el futuro, vivir de éste, pero lo que hoy nos da Osborne lo invertiremos totalmente en la edición y el pago a los autores."

EL VUENTO EN LA RED

"Nuestra página en la red -dice Marcial Fernández- es básicamente de cuento y no sospechamos que iba a tener el éxito que hasta ahora ha tenido, porque hoy es uno de los puntos de referencia de escritores de narrativa breve en Hispanoamérica. De hecho, es una de las mejores páginas. Además, es la más visitada en la red en el género de cuento a nivel hispanoamericano. Al mes estamos recibiendo alrededor de 40 mil visitantes que se quedan en la página más de diez minutos". precisa.

-¿Estar en la red les da un mercado muy grande?

-Nos proyecta a todas partes. Lo de la red fue un impacto que no esperábamos. De hecho, las estadísticas nos dicen que nos visitan gentes de muchos países del mundo. Y ya que no hemos podido distribuir nuestros libros en Sanborns y otras cadenas importantes donde se venden libros, pusimos una pequeña librería en ficticia.com con nuestros títulos y por medio de este sitio nos han comprado libros en diversas partes del mundo. Curiosamente, donde somos más leídos y conocidos no es en México, sino en Chile, España, Colombia y Argentina. La página ha tenido más impacto fuera de México.

-Lograron un buen matrimonio entre Internet y la literatura en soporte papel, ¿cuándo se creen contrarios?

-Lo importante es el cuento. Básicamente somos los mismos desde la época de las cavernas, cuando alguien decidió contar alguna historia alrededor de la fogata, luego lo escribió en algún muro, más tarde en papel y hoy es un sitio virtual. El medio es lo de menos. Lo interesante es hacer comunidades con gustos afines y es lo que hemos logrado: hacer una comunidad, tanto de escritores de cuento como de lectores de cuento que se puedan comunicar por el medio que sea.

-¿Los libros editados son la punta del iceberg de ficticia.com?

-Esperamos que no sea la punta del iceberg, sino la base de otro iceberg. Que siga creciendo. Por lo pronto, a Osborne le gustó el proyecto y nos van apoyar hasta el 2003. Por lo que yo sé, éste es el único país donde tienen un proyecto semejante. Ha ayudado mucho que yo anualmente les haga un libro sobre toros, que luego ellos entregan a sus clientes como regalo de Navidad. Este año les entregué, bajo el seudónimo de Pepe Malasombra, el libro: Mano a mano en Bucareli, que se puede decir es el primer foto-reportaje taurino en el mundo. Es un volumen con instantáneas de dos fotógrafos estadounidenses, quienes en 1897 tomaron fotos en una plaza que estaba en la Plaza Bucareli de la ciudad de México.

Artículo publicado en la sección Cultura del periódico Milenio Diario el jueves 3 de enero del 2002.


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