por María Esther Pozo
No creo que los libros vayan a ser sustituidos por los textos digitales. Por un lado, la historia demuestra que durante 500 años el libro ha visto pasar toda clase de innovaciones y sigue tan campante. Por otro, leer en pantalla no es tarea fácil.
En internet se lee y mucho, pero a salto de mata: un texto aquí, uno allá, aderezados con imágenes y sonidos… los internautas vamos de link en link, como Tarzanes, y de una ventana a otra, asomándonos a todo. La red es, permítaseme la comparación- como la revista Vértigo, pero a lo bestia.
Leer un texto de cierta extensión, en forma más o menos continua, no es algo muy propicio a través del monitor, cuya luminosidad y radiaciones -dicen algunos apocalíptico- nos provocarán tremendos daños. En este sentido, el cuento (www.ficticia.com), por ejemplo, tiene más posibilidades que la novela.
Pero la literatura, en su conjunto, cuenta ya con un lugar importante en el ciberespacio: sobre y para autores, consagrados o principiantes (internet es un medio de publicación); para editoriales y revistas; bibliotecas y libreros y, sin duda, para interesados en el tema (internet es la más fabulosa base de datos jamás vista y un enorme foro de discusión).
Ahora bien, leer un libro es también acariciarlo, olerlo, hacerlo nuestro… y, en esta cachondez, internet no es aún competitivo.
Artículo publicado en la Revista Vértigo. Año 1, No.11. 3 de junio de 2001. México.
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