García Marañón, Beatriz

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               Soy una casa escondida entre la maleza y las altas palmas. Blanca toda por fuera y por dentro y de un solo piso. Cerca de mí, el mar inunda el interior con su rumor ordenado.

               Mis puertas y ventanas de madera con mosquiteros permanecen siempre abiertas. Mi piso es de mosaico rojo con algunos tapetes en los cuartos y la sala, a veces con trazos de arena.

               Al entrar, el frescor contrasta con el calor húmedo del exterior, aunque algunas noches sin brisa el calor dentro de mí se condensa y hace sudar en los meses del verano, a pesar de los ventiladores.

               Mi entrada conduce por un pasillo umbroso, lleno de plantas y fotografías en los muros, a una sala de cómodos muebles de telas claras, mecedoras de bejuco y hamacas. Debajo de mis ventanas se apilan los libros en libreros de madera clara, muy ordenados, montones de libros de todos los temas, pero sobre todo cuentos. Mis paredes, casi desnudas, sólo albergan un cuadro en el muro principal: una enorme boca azul de labios carnosos sobre un mar también azul intenso que escapa de la red que la aprisiona y deja un hueco en el medio.

               A un lado del salón está la cocina. Una gran mesa con muchas sillas desde donde se puede ver la terraza. La cocina es muy grande y moderna.

               En la terraza también hay una mesa grande con flores en el centro. Se puede comer dentro o fuera. Acompañan a la mesa: hamacas, sillones y el mar.

               Hay varios cuartos con su baño cada uno, de mobiliario sencillo. En los armarios hay romero para perfumar la ropa. Se cuela el olor a hueledenoche y sólo se escucha el mar.

               A veces soy casa, y mis puertas están abiertas para casi cualquiera, otras soy un cardo del desierto y araño cuando me tocan.

               Cuando soy animalito puedo ser un ave y volar e irme lejos lejos. Me gusta ser agua: unas veces límpida y cristalina, a ratos llena de limo que arrastra hojarasca y ramas, todo lo que se le atraviesa.

               Cuando soy canción soy balada samba. Aunque he conocido rock punks y vivo con un son cubano. Si soy baile, soy merengue y si soy música, soy Patética.

               Me gusta ser avenida más que calle, en todo caso soy una calle con muchas tiendas y cafecitos, con bares, una calle madrileña.

               Y si hay que escoger ser naturaleza, prefiero ser parque de ciudad grande.

               Fui asamblea y hasta mitin en mi temprana adolescencia, luego me gustó ser reventón, ahora soy reunión de cuates, de preferencia donde se coma muy bien y se oiga buena música y si es en vivo, mejor.

               Si soy comida, soy un gazpacho o un mole con pollo. Depende de la estación del año. Casi siempre soy primavera, aunque tengo unas semanas al año en que soy invierno crudo.

Soy sur, nunca, pero nunca soy norte.
Si soy árbol, soy una higuera.
Cuando soy juego, soy dominó.
Soy un cuadro de Sorolla y un tranvía más que un coche.
Soy olfato más que vista y tacto mejor que oído. Gusto, mmmmh...
Soy cuento más que novela. Soy poesía de corto aliento.
Si soy papel, soy un anuncio de teatro.
Cuando soy boca, soy risa o carcajada, mejor aún.
Soy mucho más radio que televisión y muchísimo más, cine.
Si soy película, soy francesa.
En la cocina, soy cuchillito de palo.
En el salón de clases soy la maestra.
¿Quién soy?
Soy yo.

               Me llamo Beatriz García Marañón, nací en el DF en el año 60. Soy maestra por vocación, estudié Pedagogía y he dado clases de montones de cosas a lo largo de mi vida. Actualmente imparto talleres de escritura: cuento, narrativa, redacción y escribo eventualmente guiones de video. Me encanta leer, creo que es lo que más me gusta además de dar clases, estar con mis amigos y querer a mi familia. Viajo cuando puedo y sueño mucho.

 

 Sus cuentos en Ficticia:
  Departamento Siete
Hotel/Templo del Desenfreno
  Húmedad
Cementerio/Criaturas Nocturnas

 


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Publica por primera vez en Ficticia el: 06/May/01