López Páez, Jorge

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               Nacido en Huatusco, Veracruz, en 1922, Jorge López Paéz se trasladó a la Ciudad de México desde muy joven, donde estudió derecho. El dato, que podría parecer insustancial, se vuelve importante al leer su obra narrativa: los espacios principales de las historias que cuenta suceden en ambas latitudes y, algo aún más notable, tal ubicación determina la personalidad y actitudes de los actores; es decir, no son escenarios gratuitos, accidentales, sino elementos indispensables en los cuentos y novelas del autor: sin esa determinación geográfica, la literatura de López Paéz. O no sería.

               J.L.P. posee una virtud poco común en nuestro ámbito: de gente en apariencia común y corriente y hasta anodina, de situaciones a simple vista irrelevantes, es capaz de extraer los rasgos más desconcertantes, los pliegues más secretos y oscuros, y de ese modo da vida -gran vida- a lo innane. Así, un cantinero, un agricultor, un comerciante; una ama de casa, una secretaria, una estudiante, etcétera, son sacados de la modorra existencial gracias al agudísimo ojo del escritor: como un alquimista, Jorge se mete en el cuerpo y en el alma de sus personajes y los moldea a su arbitrio para beneplácito de sus lectores: descubrimos oro donde antes sólo mirábamos arcilla, fuego donde antes percibíamos apenas cenizas.

               A lo largo de sus cuentos y novelas, a J.L.P. le inquietan tópicos como la fidelidad y su contraparte la traición; la soledad en medio del tumulto; la incomprensión de la gente ante hechos que les parecen lejanos no obstante estar casi frente a sus narices; y sobre todo, la muerte. Ésta es, junto con el mundo infantil, una de las constantes en su literatura. ¿Es que ambas, niñez y muerte, van de la mano, son sombra una de la otra, forman un trazo inescindible, sin remedio?

               Y todo ese complejo sistema de relaciones humanas, de indudable tono filosófico, se da en la narrativa de este autor con una naturalidad pasmosa, porque sabe atemperar lo dramático con un cierto aire poético, porque atenúa lo esencialmente trágico con su preciso e implacable sarcasmo, con su sentido del humor fino y, a veces, demoledor. Es por eso que muchas de sus criaturas más castigadas por la vida pueden parecer en ocasiones cantantes de opereta; y al contrario: personajes de oropel se convierten de pronto en paradigmas de la catástrofe interior más severa.

               J.L.P., por último, parece tener preferencia por la narrativa de largo aliento, por lo que la mayoría de sus cuentos son muy largos, y alcanzan a veces dimensiones de la noveleta; eso impide incluir en Ficticia los que me parecen sus mejores relatos: rebasarían las proporciones establecidas por el editor. En el cuento que aquí antologamos, La fête del doctor Bartolomé, el lector hallará varios de los rasgos característicos del mundo alucinante de este gran autor contemporáneo.

               Entre sus libros destacan Los invitados de piedra (1961), Hacia el amargo mar (1965), Mi hermano Carlos (1965) (estimada por Emmanuel Carballo una de las mejores novelas mexicanas), In memoriam, Tía Lupe (1974), La costa (1980), Silenciosa sirena (1988), Los cerros azules (1993), Ana Bermejo (1996), entre otros.

 

 Sus cuentos en Ficticia:
  La fête del doctor Bartolomé
Bar/Sobremesa

 


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Publica por primera vez en Ficticia el: 06/Ene/01