Orbea, Juan Manuel |
(Ciudad de México, 1971) Ése es él, hasta cierto punto, porque también podría ser otro que no tiene nombre ni rostro. De cierta manera éste que escribe es aquél que tiene un número de identidad tanto como el otro que dice escribir y lo hace, como sea, pero escribe. Su cuento literario, si acaso se le puede llamar así, empezó cuando supo que no podría hacer nada más en su patética existencia, por más mal que hiciera lo único que pudiera hacer, por supuesto, según él. Gusta de escribir cuento, corto, largo y sus intermedios, así como novela, un algo de poesía y por ahí se han colado ciertos guiones cinematográficos guardados en un cajón, por lo cual duda y dudo que lo sean.
Fue víctima del ajetreo incontrolable y frentéticodelicioso de la rebeldía adolescéntica, pero, en vez de leer sobre ella o escribirla, quizá no tanto como hubiese querido, la vivió junto a grupo de locos hipnotizados por la reacción química de un sinfín de sustancias alienígenas que se entremezclaron con los químicos variopintos de su propio cuerpo. Por lo mismo, tuvo que pagar los platos rotos y empezar de cero para reencontrarse con la disciplina del oficio literario que, a pesar de la incredulidad de propios y extraños, terminó por sentarlo en una silla al escritorio y comenzó en serio tanto como en broma a escribir todo lo que su mente imaginaba que era digno de redactar.
No puede decir cuáles son influencias o ídolos de la palabrería, porque sería demasiado pedante y manipulador hacerlo. Sin embargo y por otra parte puede decir que ni son todos lo que hubiera querido leer, ni todos los que leyó son realmente lo que debería haber leído. Lo mismo le pasa con los temas, estilos y tipos de ficciones. Le gusta desde el realismo mágico más mamón, pasando por al fantasía aventurera más farola, haciendo una parada en el costumbrismo irónico, hasta llegar a aquel tipo de literatura que, por fortuna, no puede definirse como tal o cual.
Y es que él, como lo que escribe y lee, es una especie de híbrido temático-literario. Por cierto, no se saquen de onda ni académicos ni puristas ni nadie: prácticamente nunca verán entre sus choros referencia directa o indirecta a los clásicos (por ignorancia o porque le da güeva), salvo obvias e ineludibles excepciones. Él es un escribidor espontáneo sin miedo a ser cogido por el toro tras una mala faena o, por el contrario, a ser sacado a hombros después de las orejas y el rabo o el mentado indulto.
Medio autodidacta, encontró en la Escuela de Escritores de Sogem un chance de saber que tan mal no escribía. Y terminó el diplomado. Y después se hizo editor de la revista Origina donde además escribió innumerables artículos y crítica literaria para el olvido. Y colaboró en el fallecido suplemento cultural de Excélsior El Búho. Lo mismo hizo en un suplemento de Reforma cuyo nombre desea olvidar. Publicó un Plaquette de cuentos bajo el título de El encuentro, de la Colección José Antonio Alcaraz. Y más tarde, decidió convertirse en editor y periodista de una revista de futbol, escribir sobre ello e intentar combinar la letras y el deporte más bello del mundo. Tiene tres pasiones: la literatura, el cine, y sí, la pelota.
Hoy sigue escribiendo y aún tiene esperanzas de algún día publicar su primera novela o libro de cuentos. Mientras, trabaja inventando ficciones, mentiras que tiene más verdad que cualquier recoveco de la realidad. Eso que ni que. Ah, y por qué no, aún piensa que es posible que alguno de sus guiones finiquitados o en proceso de, sean llevado a la pantalla grande.
Finalmente y desde un principio, como cualquier ficticiano, lo que busca es escribir, cueste lo que cueste y sea lo que sea.
Y miren que todo esto nadie me lo ha contado, lo he visto y vivido, porque soy ese pendejo, su otro. Y mejor aquí le paro, le paramos.
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Publica por primera vez en Ficticia el: 10/Jun/00