La gran "briaga"

Juan Manuel Orbea

Cuando la sexoservidora lo vio llegar menudito, arrugadón, desertificado de cabello y paso contenido patentizando un cúmulo chochero de primaveras y demás estaciones al hombro, pensó que sería un cliente fácil, cómodo y rapidón. Al oírle al anciano decir que traía "la gran "briaga" del siglo", sintió aún mayor confianza ante la sencillez de "trabajito" que afortunadamente se le presentaba. "Viejo y borracho, no puede haber mejor prospecto", se dijo así misma. "Sobadita a su blando chilindrín, plática comprensiva y listo", remató en sus adentros. Nunca le pareció sospechoso que aquel tipo desgastado, a punto de convertirse en un fiambre, no tuviera un ápice de aliento a alcohol.

Días luego, tras la respectiva curación, el doc le dijo a la de la profesión más vieja del mundo que se abstuviera de "trabajar" un mes como mínimo, tomara los antibióticos a sus horas y se hiciera un examen de oídos con un otorrinolaringólogo amigo suyo para que no volviera escuchar "mal" a sus clientes. Ello no salía de su asombro al recordar el encontronazo con el anciano "vigoroso". Ni qué decir de su vapuleada condición que le había provocado un derrame sanguíneo sustancioso, varios puntos de sutura y hartos moretones en la sección vaginal de su cuerpo y cercanías.

Pobre mujer: nunca hubiera imaginado que la gran "briaga" no era tal, sino la gran Viagra, la píldora más exitosa en la historia farmacéutica de efecto seguro y casi inmediato para seres masculinos con problemas de impotencia; sí, una horda de hombres con ganas del desquite después de años de actividad sexual.

La sexoservidora había sido tan sólo una de las primeras víctimas del poder descomunal del comprimido sueño azul.


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* Derechos de autor del autor. Publicado en Ficticia con permiso del autor, el: 10/Jun/00