La casa chica

Emiliano Pérez Cruz

La casa chica no es sólo esa realidad extraconyugal que da sostén a la institución matrimonial en el mundo y, en nuestro caso, deefeña: es ese espacio físico, territorio de la urbe que infinidad de familias ocupan, muchos por costumbre, los menos con sorpresa, algunos hasta con cierto gusto que rezuma inclinaciones sadomasoquistas.

La casa chica a la que nos referimos no es otra cosa que eso: casa chica, escasos metros habitables, lugar donde se hacinan cuando menos cinco miembros: papá que se las ve negras para conseguir el necesario dinero para la sobrevivencia; mamá neuras con tantas ocupaciones que se esconden tras de una ocupación: "el hogar"; y máximo tres enanos que brincotean por las noches alharaquientos, incansables, entre montones de ropa que ya no cabe en el minúsculo clóset de la vivienda y genera acres enfrentamientos entre los mostros y la progenitora que no se da abasto para tener en orden tan escaso espacio físico...

La escasez de vivienda en la capital del país orilla a compartir la casa chica con el perro, el gato, los periquitos australianos, la hoja elegante y los helechos que ponen el toque ecológico; el televisor, las tres camas, dos burós, la mesa y sillas del comedor, más cuanto objeto para cubrir las necesidades reales o creadas ingrese al reino del apretujamiento.

La casa chica llega a ser espacio para los gordovics de la señora que no se resigna a que las llantitas le resten el afecto y la libido de su gordo, futbolero televisivo; también alberga las bicicletas descuajaringadas, adquiridas para el Día de Reyes...

La casa chica alberga la lavadora y los montones de chanclas que la familia no se resigna a tirar o donar, porque ¿qué tal que las cosas se pongan más de a peso, con esto del Telecé y la inestabilidad política...?

En la casa chica, aunque usted no lo crea, pueden armarse apretujadas pero hilarantes celebraciones: que la Navidad, que Año Nuevo, que el cumpleaños del benjamín de la casa, que el fin de semana con los compadres que llegaron de Guadalajara y a los que hubo que albergar con todo y parentela y maletas...

En ocasiones, a la entrada de este territorio aparecen señales de tristeza o alegría: una herradura o estrella de flores anuncian la boda de un miembro de la familia; el moño negro, un deceso dentro del clan.

Entonces la casa chica (departamento, habitación dúplex, vivienda en vecindad) es como la punta de un embudo a la cual entran y salen familiares que en años no se habían visto, vecinos con los que no cruzamos palabra y que sin embargo aquí están y ni modo de hacerles alguna mala cara porque entonces va a ser peor...

Con todo y su pequeñez, en la casa chica no falta los toques decorativos que le dan cierta gracia. Digo, si no tenemos de otra, si el lugar común dice que aquí nos tocó vivir y ya qué, pues cuando menos hay que darle una pintadita de vez en cuando, y agregarle esa reja a las ventana para protegernos de los cacos (que se irán desconsolados ante tanta carencia), y estas plantitas en latas de chiles levantan la vista de las paredes...

-Y a ver si no chafeamos con este letrerito que dice "Bienvenidos al hogar, dulce hogar", o con este otro: "Pásele a nuestra casa: en ocasiones parece manicomio, pero en general, lo es".


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* Derechos de autor del autor. Publicado en Ficticia con permiso del autor, el: 10/Jul/00