Cholula en Llamas
Sergio Ochoa Meraz
...llegó descansando la maleta sobre la nunca mullida colcha rosa. La ventana permitía observar en pleno la escalinata que conduce a la iglesia del cerrito. Sentado sobre la cama contempló en silencio la blanca pared del templo para después dejarse caer sobre su espalda y cerrar los ojos.
Prácticamente perdió la conciencia, reparó un poco del cansancio producto del día, las visitas de cortesía, levantar pedidos; poner su jeta de baqueta cien mil veces.
Seco en la boca despertó, la luz se había ido, una potente lámpara mercurial extendía su haz al interior de la habitación haciendo innecesario encender un foco más. Abrió el frigobar y sacó una botellita de sidra, asoma por la ventana y sorprende la mirada un largo desfile de velas subiendo por la escalinata hacia el templo. Desprende su persona un gusto espiritual y de ansiedad, siente el olor de la cera, el murmullo lejano de las oraciones; la comunión. Quisiera ser parte de ello, se busca entre las ropas una veladora, claro está que no la lleva.
Queriendo ver los rostros aguza la vista tratando de obtener más para sí y destaca de entre los cientos de pequeñas flamas una que ilumina más que el resto.
Calza nuevamente los devastados mocasines y corre con esa luz por guía, evade con agilidad pero sin gracia los obstáculos que aparecen, comenzando por la monumental maceta del corredor, un par de beodos saliendo del cajero, una mujer vendiendo chiliatole y los peregrinos con sus velas en las manos. Se detiene y contempla el camino de subida, el ascenso hacia esa luz distinta, frenético desprende una mirada de locura y comienza la carrera al tiempo que grita mordiéndose los labios. Grita en silencio....se grita así mismo.
La gente no le estorba, advierten su necesidad de avanzar hacia algo que no comprenden pero nadie hace nada por detenerlo. Pablo está loco, ha perdido la razón.
Con la nada por aliento se abre paso y llega hasta esa luz, sea este un sirio, sea una vela de cumpleaños, parece haber olvidado su propósito? El esfuerzo le ha arrancado la vida, un dolor en el pecho le consume y cae de rodillas a lado de una cruz envuelta en talavera. Los presentes se lamentan, Pablo ya no está pero nadie lo va a extrañar. En su rostro el desencaje de los locos que mueren de chingazo, sin avisar. La prometedora carrera de agente de ventas termina con la frenética carrera en pos de una luz distinta.
Los peritos dijeron que fue la sidra, que los mocasines de color vino estaban encantados, Pablo se fue sin despedirse y Cholula sigue en llamas.
* Derechos de autor del autor. Publicado en Ficticia con permiso del autor, el: 06/May/01