Remedios Contra el Aburrimiento

Rodolfo J. M.

Como por descuido, pero muy consciente de lo que estoy haciendo, muevo un poco el dedo meñique, contrayéndolo apenas. Enseguida se apagan dos mil ochocientas estrellas que parpadeaban al oriente de mi cabeza.

Inmediatamente después me rasco la barbilla, la tomo con los cinco dedos de la mano y froto la piel hacia el centro, hago esto tres veces; y entonces no sólo vuelven a brillar las dos mil ochocientas estrellas desaparecidas, sino que en un pequeño rancho de la provincia mexicana, una yegua pura sangre da a luz un par de blanquísimos pegasos.

Y aunque sé que no debo hacerlo, doy un breve tirón a mi nariz. En el acto desaparecen, durante pleno vuelo y llenos de pasajeros, trece aviones de distintas aerolíneas, a lo largo y ancho del mundo, sin explicación alguna.

Después, como quien no quiere la cosa, sólo por no aburrirme en esta tarde amarilla, introduzco el dedo índice de la mano izquierda en mi oído derecho, mientras con la otra, hecha puño, tallo mis ojos. A continuación un árbol particularmente alto, en medio de un bosque en Toronto, Canadá, se llena de minúsculas arañitas brillantes que tejen a ritmo desaforado una postal perfecta de la Ciudad de Nueva York, que a los pocos segundos será deshecha por el viento. Al mismo tiempo, en Japón, un tigre de bengala consigue escapar de su jaula en el zoológico y, antes de esfumarse frente cientos de horrorizadas personas, arrebata de los brazos de su madre a un bebé. Al otro lado del mundo un militar ordena la masacre de cierta población indígena, y tan sólo a tres edificios de donde ese miserable uniformado quiere prender fuego al mundo, una pareja joven, temblorosa, llena de esperanzas y repentino frío, se entrega por primera vez a ese mismo mundo en peligro de incendio.

Entonces escucho un sonido familiar a mi espalda, giro la cabeza lentamente, buscando el origen de ese ruido, y veo a mi madre, seguramente molesta por encontrarme jugando con estas cosas tan delicadas. Se truena los dedos y dice, en voz muy baja para que yo no alcance a oírla y pueda preparar mi defensa, eso que dice siempre que la hago enojar.

Ahora... voy sintiendo poco a poco como me lleno de sueño... y me quedo dormido


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* Derechos de autor del autor. Publicado en Ficticia con permiso del autor, el: 11/Ago/01