Cuarto Blanco

James Martell

"Vendrán a reprenderme"- se decía Laura. Su cuarto era más allá de lo que podría decirse bonito, hasta podía llegar a rebasar el adjetivo de celestial. Tenía las dimensiones de un estadio, sólo que no era completamente plano, podría hacérsele hasta una orografía, y ésto era algo que Laura -en alguna de sus noches de insomnio- ya había hecho. Poseía casi todos los ecosistemas: la estepa, la llanura, la selva, el bosque, y hasta un ligero espacio de tundra junto a la puerta occidental. La vegetación era vasta, inclusiva de las más diversas y exóticas plantas del globo terráqueo, aunque la más preponderante era, obviamente, el cannabis. También coexistían con ella algunos animales, aunque habían sido entrenados a jamás acercársele. Ella nada más los veía a lo lejos -siempre a lo lejos- y hasta algunas veces podía tomarles fotografías, las que luego pegaba en su árbol favorito, junto a su cama. El techo era de cristal, con una altura tal que pocos pájaros habían podido llegar a golpearse en los cuadritos que lo marcaban. Además de todo ésto, contaba con instrumentos de tecnología, desde una bicicleta, hasta la necesaria máquina de escribir. Tenía permitido escribir lo que quisiera, sólo que con una ligera restricción: cada hoja que salía expulsada de la máquina, debía ser leída y consultada, así como comparada con otros textos anteriores, por sus cuidadores que tras las paredes de lana la vigilaban. Después, según el calendario, cada cierto día se le regresaban los escritos con la concerniente censura que el departamento de salubridad consideraba necesaria.

Este mismo calendario, determinaba los días en que Laura debía recibir a sus cuidadores. Para esto, había distintas festividades. En algunas de ellas se preparaban los platillos preferidos de Laura, mientras que una música ambiental iba acompañando la comida. Distintos tipos de comentarios eran permitidos en la mesa, siempre y cuando fueran prudentes para lo que llamaban "la recuperación del sujeto". En otros días, los cuidadores -siempre vestidos de rojo y negro-, entraban a la sesión de diálogo. En dicha sesión, la finalidad buscada era el recuento de los días posteriores a la última sesión. A veces, en algunas de estas pláticas, Laura se mostraba un poco inquieta, a lo que sus cuidadores -con los que parece compartir un lazo sanguíneo- reaccionaban con el monólogo que tenían tan aprendido. Este monólogo contenía una serie de homilías referentes a lo Necesario, lo Correcto, y lo Saludable, temas en que los antecesores de Laura se habían especializado desde el nacimiento de la pequeña.

Sin embargo, ocurría que algunas noches, Laura emitía proposiciones que no estaban consideradas ni en el calendario, ni en los libros y registros que conservaban los cuidadores. Estas situaciones muchas veces parecían no presentar ninguna solución o respuesta diáfana. Por lo cual tenían que realizarse cambios aparentes en el ambiente de Laura; estos cambios se hacían furtivamente, mientras, con un perrito u otro animalito se distraía a Laura. Las modificaciones eran de diversa índole, desde escenográficas, musicales, hasta lingüísticas; para esto se habían estudiado los movimientos de la niña desde su primera infancia, cuando todavía no había ingresado a este ambiente.

En resumen, la cotidianidad de Laura pasaba de manera bastante tranquila y apacible. Pocas veces habían sucedido disturbios de índole tal que tuvieran que hacerse ingresar los cuidadores mayores, o de máxima seguridad, quienes, la mayoría del tiempo, sólo se dedicaban a jugar en la sala de reserva. Sin embargo, Laura sabía que era necesario emitir o comenzar, cada cierto tiempo, un ligero disturbio, si es que quería que tal ritmo vital siguiera presentándose. Después de todo, ella había sido la principal teórica de este proyecto.

Pero aún así, a veces, cuando él entraba (aquél que la había acompañado desde el comienzo), ella le confesaba tener miedo. Lo que no se sabe es si el objeto de tal angustia, era la inminente destrucción de aquel lugar, o la inexorable posibilidad de que ella tuviera que, en algún momento, trepar por uno de los árboles hasta la altura adecuada, para la emancipación.

Sin embargo, hasta el final de esta jornada, no se había recibido ningún reporte que anunciara una acción tan determinante.

 


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* Derechos de autor del autor. Publicado en Ficticia con permiso del autor, el: 02/Feb/02