El suicida
David Boanerge Pérez Navarrete
Despertó en medio de la noche, su cuerpo ardía con esa extraña fiebre que lo atenazaba cada día. Regueros de sudor corrían por su rostro, su respiración era agitada. Trató de relajarse y volver a dormir, pero le resultó imposible. "Calor infernal", la frase acudió a su mente sin saber cómo. A pesar del frío que imperaba en la pequeña habitación del multifamiliar, se levantó de la cama desnudo. En realidad no tenía frío, pero en cambio sí tenía mucha sed. Se sirvió un vaso de agua de la llave y se dirigió al pequeño frigobar, que hacía las veces de refrigerador y estante de la micro-cocina, y del cual debía aún una docena y media de abonos y lo abrió; sacó un recipiente de cubos de hielo, echó uno en el vaso de agua y se pasó otro por el pecho y la cara. "Estoy muy enfermo, a pesar de lo que digan los matarifes esos del seguro social" se dijo. Regresó a la cama y se recostó. "Los pagos, la renta, el aire irrespirable de la ciudad, el estrés, Juanita y Sebastián... ¡Todo se une para asfixiarme, por eso estoy enfermo!". Cerró los ojos, se imaginó que el calor lo hacía ampollarse, que poco a poco se le levantaba y ennegrecía la piel, dejando un calcinado esqueleto. "Debo estar alucinando otra vez". Apretó fuertemente los ojos, por la parte interna de los párpados le pareció ver llamitas rojas que lamían sus globos oculares; le dio la impresión de que un olor a quemado invadía la habitación, mientras el termómetro clínico puesto sobre la mesita de noche reventaba, arrojando su roja sangre sobre el piso. Las gotas de sudor se evaporaban al contacto con su piel, mientras sus uñas se fundían como queso en una sartén.
"¡Basta!" gritó. "Esto no puede ser cierto, debo estar loco". Cuando abrió los ojos nada de eso había sucedido. "Cada vez estoy peor y los tipos esos del seguro dicen que todo está en mi mente, que nada de esto es real".
Se removió incómodo en su lecho. "Puedo controlarlo. Debo controlarlo". Se concentró, buscando algo en su interior. Se topó con una fuerza que presentó una inusual resistencia. Luchó contra ella. "Debo vencerla". Finalmente, tras una ardua lucha que no estaba muy seguro de ganar, la venció, o al menos eso le pareció. Intentó dormir nuevamente: no pudo. Otro pensamiento rondaba su cabeza: "La respiración es una especie de lenta combustión, todos nos quemamos lentamente, gradualmente, levemente, quedamente, poco a poco, despacio, despacio, despa..." "¡Ya!" gritó, le resultaba insoportable. "¡Si me he de quemar que sea de una vez!". Casi al instante pequeñas llamas azules surgieron de su interior y envolvieron su cuerpo en una espesa mortaja. "¡Me muero!", pero no murió, ardía y sin embargo no se quemaba. Extasiado por su nuevo don se pavoneó por la habitación chamuscando algunos objetos al tocarlos. "Soy ardiente fuego, soy ardiente deseo". Casi se sentía como un dios, tan eufórico y etéreo era su estado. Salió del minúsculo apartamento y subió por las obscuras escaleras hacia la azotea, al frío de la madrugada.
"Soy llama viva, pura energía". La canción resonaba en su cerebro, a pesar de que nunca había escuchado su cursilona letra. Las llamas de su cuerpo crujieron en la fría soledad de la azotea. "Llámame fuego, voraz brasero", se estiró, rió y las llamas rieron con él. "Alto, muy alto, en el cielo me elevo", se paró en la cornisa del edificio, dudó un instante y saltó. "Pero caigo hasta el fondo, cual vencido Ícaro..." Con horror se dio cuenta que caía y caía. Se estrelló contra el concreto, 20 metros abajo, y murió. Entonces su inerte cuerpo fue pasto de las llamas. A lo lejos resonaron las agudas sirenas de las ambulancias...
Al día siguiente apareció una nota perdida entre las páginas del periódico: "Se prendió fuego y saltó.- Venustiano Carranza (21 de julio). En las primeras horas de la madrugada, un individuo se prendió fuego y después se tiró de la azotea de un multifamiliar de siete pisos. El sujeto, identificado como José García García, de 25 años de edad, sufría de problemas nerviosos. El ahora occiso tenía su domicilio en Av. Morelos esquina con Viaducto, lugar donde se quitó la vida. Vecinos de la zona declararon haber escuchado gritos provenientes del domicilio del difunto por la madrugada del día de ayer. Poco después los testigos lo vieron precipitarse del techo envuelto en llamas, de inmediato dieron aviso a las autoridades correspondientes. Al momento se presentó la patrulla A-023 que se encontraba en las inmediaciones y solicitó la intervención de una ambulancia, pero los paramédicos no pudieron hacer nada ya que se determinó que el suicida había muerto. Las autoridades han descartado que se trate de un asesinato. Por el momento se desconocen los motivos que lo orillaron a quitarse la vida. Se presentó en el lugar de los hechos el Ministerio Público que levantó el acta correspondiente FSVC 21-07-05/ D-03924 dando fe de los hechos asentados en el libro 703, foja 902, a los 21 días del mes de julio de 2005 en la Ciudad de México...
* Derechos de autor del autor. Publicado en Ficticia con permiso del autor, el: 03/Oct/05
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