Desterrado en la Tierra
Para Geoff Hargreaves
especialista en lenguas terruñanas-,
cuya asesoría técnica
hizo posible la traducción de este textoRicardo Martínez Cantú
Hoy recibiste un segundo comunicado desde el planetoide Terruño pero, al igual que hiciste con el primero, no piensas prestarle ninguna atención.
La primera carta apareció hace unas semanas en uno de los bolsillos de tu pantalón. Era sólo un pequeño pedazo de papel doblado en cuatro partes en el que Adros Banon, dirigente de las fuerzas armadas del Imperio Terruñícola, te notificaba que la rebelión había sido controlada y podías regresar a seguir ejerciendo el cargo de Emperador. ¡Como si no supieras que Banon fue, desde el principio, uno de los principales conspiradores!
Por su parte, el correo que acabas de recibir llegó en la forma de una tarjeta que cayó de las páginas de La República al dar vuelta a la hoja. (Aquí sí dispones de tiempo para leer y te tienen fascinado los "libros" de este planeta.) Debes ahora creer que te escribe tu viejo amigo Tranton para informarte que los rebeldes te han localizado -¡vaya novedad!- y que tu vida corre peligro, por lo que tendrías que salir huyendo hacia un nuevo escondite.
Tú sabes muy bien que ambas cartas no son sino estratagemas para hacerte abandonar la Tierra y atraparte en el espacio pues, aunque tus oponentes están preocupados al saber que continúas con vida y encontraste dónde refugiarte, nunca correrán el riesgo de venir por ti, dado que eso implicaría la posibilidad de provocar una guerra con el gobierno terrícola y un conflicto armado es lo que menos les conviene en estos momentos, cuando su principal preocupación es el establecimiento del Nuevo Gobierno Democrático.
Los demócratas son en realidad unos ilusos si de veras esperan que vayas a tragarte sus patrañas. Y más ilusos todavía si efectivamente creen, como tú mismo le escuchaste decir a Banon, que eres "un monstruo enfermo de poder a quien hay que eliminar porque, de continuar con vida, tarde o temprano intentará un contraataque".
La verdad es que no pudieron hacerte mejor favor que derrocarte. La dirección del Imperio siempre resultó una carga demasiado pesada para ti y si habías aceptado llevarla estoicamente sobre tus espaldas fue nada más por considerarlo un deber inexcusable. Sin embargo, ya que te has visto liberado de tus obligaciones políticas sin mover un dedo para lograr esa liberación, ni loco intentarías recobrar el mando perdido. Tampoco sientes remordimiento alguno por tu actitud de indiferencia hacia el futuro destino de los terruñícolas. En resumidas cuentas, no consideras tener, de aquí en adelante, más compromisos que los que se refieren al logro y mantenimiento de tu propio bienestar personal.
Reconoces, eso sí, que no te costó mucho trabajo desentenderte por completo del que fuera tu pueblo: al salir de tu planetoide natal definitivamente no dejaste enterruñado tu corazón. Pero eso no es tu culpa; tú no pediste ser educado para emperador ni eres responsable de que los emperadores teruñanos -al igual que los gobernantes filósofos propuestos por Platón para su República- fueran siempre aislados de todo posible afecto con el fin de impedir que sus querencias pudieran desviarlos del adecuado ejercicio de sus trascendentales funciones, además de considerarse a los lazos sentimentales como una debilidad que pudieran luego explotar los enemigos del Imperio.
Tus escasas amistades terruñestres -Tranton, Querza y Cualdo- de alguna manera están contigo aquí, aunque no estén ahora. Las fallas técnicas que se suscitaron en la transportación por la premura de la huida, provocaron que ustedes quedaran ubicados en diferentes épocas de la historia terrestre y ya nunca podrás verlos.
Ese hecho te lastima, no lo niegas, y te hace darte cuenta de que has pasado por muchos sobresaltos, avatares y complicaciones. Sin embargo, tampoco te quejas; al contrario, te sientes satisfecho y feliz del resultado final. El destino te ha recompensado con creces y tu vida emocional se ha visto potenciada. Si tus afectos terruñestres fueron exiguos, tus afectos terrenales son abundantes debido a que al llegar a la Tierra te enfrentaste con una cultura por completo diferente de aquélla a la que estabas habituado. Te encontraste con la sorpresa, al principio desconcertante, después bastante agradable, de que los terrícolas del siglo XXV son unos decididos practicantes del hedonismo más radical, lo que significa que son criaturas bastante afables, si bien el término "afables" no los describe en forma adecuada, pero no existe en la seca y eficiente lengua terruñana un equivalente para "querendones"*, el adjetivo que les cuadra a la perfección.
Hay también un refrán terráqueo que dictamina "Al país donde fueres, haz lo que vieres", mismo que, cumplido al pie de la letra, te ha llevado a tener amigos y amigas "hasta p'aventar p'arriba" -como también dicen los terrestres-, además de varias novias relativamente permanentes y hasta uno que otro novio ocasional.
¿Qué le vas a hacer? No has tenido más remedio que adaptarte a las costumbres locales y seguirle la corriente a los nativos para no ponerte en evidencia ni dar pie a que se descubra tu verdadera identidad. Claro que en el fondo también piensas que ojalá así sean todas las contrariedades que te depare el futuro, ya que lo cierto es que estás plenamente consciente -con una gozosa conciencia, además- de que tu verdadera identidad verdadera es ni más ni menos la que ejerces ahora en este paraíso terrenal.
Así es que, a menos que te lleven a rastras, nunca volverás al Terruño. Y cuando los usurpadores se convenzan de que no tienes la menor intención de pelearles el botín, dejarás de recibir correos misteriosos.
Epílogos en cascada
Lo que el doctor Urazín Fendro, ex emperador del Terruño, no sabe, es que la Tierra apenas se encuentra en el siglo XXI de la era cristiana, que está dominada por un gobierno mundial totalitario y que el mundo del siglo XXV, en donde él se ha refugiado, no es más que un mundo virtual creado por los Discípulos de Epicuro de los Nuevos Tiempos; quienes están muy complacidos con el engaño en que Urazín ha caído sin que nadie se propusiera engañarlo, ya que consideran el incidente como una prueba irrefutable del verismo del mundo artificial que produjeron para escapar de su desolada realidad.
Ahora bien, lo que no saben los Discípulos de Epicuro de los Nuevos Tiempos es que la Tierra del siglo XXI (con sus realidades real y virtual) es sólo un mundo señuelo creado por los rebeldes antiimperialistas del Terruño, de acuerdo con las fantasías más recónditas detectadas como parte del perfil psicológico de su emperador, para exiliarlo ahí sin que él advirtiera el truco ni sufriera. Resolución a la que llegaron porque, si bien se oponían al gobierno imperial, nunca tuvieron quejas específicas en contra del desempeño como individuo del propio emperador. Tal como sospecha el doctor Fendro, han sido ellos quienes enviaron las cartas misteriosas; aunque no precisamente para hacerlo abandonar su refugio sino, al contrario, como un ardid para reforzar su decisión de quedarse para siempre en su nuevo hogar.
Por otra parte, lo que los rebeldes antiimperialistas del Terruño no saben, es que ellos y su mundo, así como los terrícolas y sus mundos de los siglos XXI y XXV, existen nada más en la medida en que los lectores de este cuento leen su historia, y durante el breve tiempo en que la leen.
A su vez, lo que no saben los lectores del cuento Desterrado en la Tierra es que ellos sólo existen en tanto que lectores potenciales imaginados por el autor de dicho cuento.
Y para terminar, lo que el autor del cuento no sabe -y precisamente porque no lo sabe- no pudo ponerlo aquí.
* Derechos de autor del autor. Publicado en Ficticia con permiso del autor, el: 06/Ene/00