Pon esas Manitas Sobre el Teclado
Emiliano Pérez Cruz
Nunca muestre sus nickname o números de tarjetas de débito en una conversación de mensajes de lleva y trae.
Guntilda dice:
-Oye, Hieronymus...
Hieronymus dice:
-No estés chingando.
Guntilda dice:
Está buenísimo el chiste que me mandaste. Súper, gracias.
Hieronymus dice:
-No te excedas. Y deja de dar lata, estoy en chinga.
-¿En serio? Ya no me quieres.
-Todo con medida.
-¿Ya ves cómo eres? Ya que tuviste de mí lo que querías, te has distanciado.
-No, como crees, pero es que me agarras en plena chinga.
-No me gustan los amores a medias.
-Tonces invita a las enteras, a ver si te enteras.
-Je, je, je: muy gracioso. ¿Siempre eres así? Digo, tan divertido... ¿Estás muy ocupado?
-Dos-dos
-Mmmhhh.
-¿Eso fue mmmhhh o ¡uhmm, qué rico! ¿De qué te acordaste? Pon las manos sobre el teclado, cochinita. Y no toy tan ocupado.
-¡Ehhhh, eso me agrada bastante! Hace mucho que no sabía nada de ti.
-Es que te pierdes. Y además: de lo bueno, poco.
-Sip.
-No te pierdas, Guntilda
-No, qué pasó: yo sigo aquí. No me pierdo, Hieros.
- No te pierdas de darte al gusto y a la perdición, Guntilda.
-Sí, ¿verdad? Ando en eso. Pero como que no se me da del todo eso de dejarme perder.
-Ponle dedicación y si no, llama: nosotros vamos.
-¿¡De veras!?
-No, paso. Calmex, no te apaniques.
Guntilda dice:
-Ta güeno... Oye, ¿es malo querer hacer el amor con dos hombres? Sorry por la confianzota.
Hieronymus dice:
-No, si me invitan; sí, si me excluyen.
-Conste, ehhh. Ya dijiste. Que conste. Y no te arrugues... Aunque me da la idea de que ni comes ni dejas comer... No, ya en serio: qué onda con eso, cómo lo ves.
-Creo que debe ser como en la lucha libre: suben al ring-cama, lucharán a tres caídas de tres sin límite de tiempo, todos en tanga al inicio del encuentro, sudas con uno, te refrescas con el otro, al vuelo sales despedido por los aires, te aplican un candado, pones al adversario de espaldas a la lona, me das un respiro con la cuenta de protección, subes al encordado dispuesta a concluir el encuentro, pero te atrapan al vuelo, viene un juego de llaves que degenera en batalla campal...
-Oye, nunca me llevaste a la lucha libre...
-Para qué, si en mi casa se da a todas horas... Ayer mismo.
-Qué pasó, mi amor... Oootra vez se pelearon tus papás.
-Pero más rudo... Mi padre aventaba todo cuanto a su paso hallaba. Mi madre no soltaba el martillo. Sangraba por la nariz. Yo estaba escondido en el guáter... Siempre es lo mismo: él llega con tragos encima. Ella le pide dinero. Para el gasto de la semana. Él de güevona no la baja. Ella le dice: "Pinche briago inútil". Él tiraba puñetazos que a veces daban en el blanco móvil que es ella, quien llegó a darle un rozón con el martillo en la nariz.
-¡Ayyy, mi vida...! ¿Estás triste? ¿Quieres que vaya a tu casa?
-Ya te dije que tengo trabajo. Y no me atrae la conmiseración. Prefiero relajarme y contarte... ¡¡¡En esta esquina...!!! Mi padre tropieza. Mi madre llega hasta él con el martillo en alto. Yo abro los ojos al máximo. Espero el golpe. Pero el martillo resbala. Y tras él, mi madre aterrada sacude la cabeza de mi padre. Besa su rostro, arrisca la camisa y a besos recorre su pecho hasta el vientre. Con la lengua limpia su ombligo peludo. Mi padre entreabre los ojos y se relaja. Lo que sigue ya lo sé. Por eso, sin hacer ruido, salgo. Afuera ya no huele a alcohol ni a bascas. En la esquina la banda rola la bacha de mota. Ahí estoy, estiro la mano. Aspiro. El humo me desguanza. Adentro, en mi casa, era mucha la tensión.
- Ayyy, qué triste es todo eso. No sé, que me derrito nada más de escuchar que en la lucha libre todo se vale. Hasta se pueden matar si no toman las con sus debidas precauciones. Pero las broncas en casa, ay, no sé: son tan terribles.
-¡Luuuchaaarán a dos caídas de tres! En la calle quemamos el cigarrillo con todo el fervor del mundo. Quemar mota es un placer. Adentro, él y ella se reconciliaron. Son mis papás. Yo les valgo madres. Tengo 25 años y no gano lo suficiente como para dejarlos que se maten a gusto. Por si fuera poco, hay que trabajar. Mañana hay que trabajar. ¿Para qué? Cada vez pagan peor. Votamos por el cambio, y nada cambió. Ni yo. Ninguno cambió. Trabajo un día sí y tres no. Luego descanso otros tres. Dicen que lo peor está por venir
Guntilda dice:
-Qué penas que tengas que pasar por todo eso
Hieronymus dice:
-Bájale, no seas dramática. Y pon esas manitas sobre el teclado. ¡Unaaaa! ¡Dooossss! ¡Y...!
-Na... Así estoy bien. Mira, para que te imagines lo que quieras. Es mi lucha libre. Entrecierro los ojos y me evaporo en el placer. Con la bata de gasa abierta al frente, danzo sobre el pasto, sobre la arena, floto en el viento. Volteo hacia donde está ese, mi hombre: abro las piernas, lamo el índice derecho y con él froto mis pezones, trazo círculos alrededor de mi ombligo, acaricio mis piernas, mi ensortijado pubis y lo muevo alrededor de mi misterio, introduzco el dedo, danza mi lengua alrededor de él, hurgo en mi carne y luego chupo, golosa, el dedo.
-Ni creas que correré hasta ti. Pinchi Guntilda, ya hiciste que levantara el escritorio. Contaré hasta diez, contaré que un día me enviaron al mercado, como de costumbre. Y me tardé más de lo debido. Mi madre aguardaba chiles, cebolla, ajos y el retazo de res para guisarlo a la mexicana. Pero al centro del mercado instalaron un ring donde un par de gladiadores se empeñaba en derrumbar uno al otro. El rudo vestía calzoncillo azul. El técnico, rojo. Se medían uno al otro al centro del cuadrilátero.
La lista del mercado, bien cubierta ya, podía esperar. Me gustaba ir al mercado porque colaboraba en el sabor de los guisos que mi madre preparaba. Pero ese día pudo más la lucha libre que la gula. El del calzón azul propina al de rojo un derechazo bien puesto. La izquierda la clavó en el hígado del hombre de calzón azul. Y a mí me dobla el dolor y la resistencia a los jalones de greña que mi madre me aplica, me zarandea con rigor, dobla mi brazo por la espalda y me arrea entre jalones y las carcajadas del vecindario: "Ya te llegó tu Enmascarada de Plátano, güevón", me gritaban burlones.
-El sexo me intriga. Más que sexo, la sensualidad, el amor, el deseo. La última vez que estuvimos juntos fue la mejor de todas, Hieros. Pero creo que te estás volviendo putete. Muy tu gusto, ya lo sé. Pero esa vez me encantó. Pensé que reincidiríamos y con mayor euforia. Te noté más vital, parecías otro.
-Creo que era entendimiento mutuo, y sin inhibiciones.
-¿Crees que yo era diferente también?
-Eras más suelta y con iniciativa. Me encantaba que tomaras la iniciativa, que te sirvieras a tu gusto.
-¿Cuánto haceque no nos vemos? Creo que como dos años o más...
-O más. Aquella vez nos desquitamos y nos dimos todo, ¿no crees? Qué te gustó más...
-Me gustó estar contigo, así como lo hicimos. Pensé que me amabas y que seríamos pareja siempre.
-Me agradó el sabor de tus labios, de arriba y de abajo.
-Fue como un pasón, Hieros. A Hieros mato y a Hieros muero.
-Bájale, pinchi Guntilda. Aunque de recordarte ya tengo una erección.
-Sal, agara un taxi o vente en camión.
-Quizá tú estés húmeda ya. Me encantaría sorberte y sentirte.
-Así es, húmeda y tibia. No sigas... Estamos muy lejos
-Ay, Guntilda: eres imaginativa y con manos y dedos. Si estuvieras aquí, qué te gustaría...
-Sentarme en tus piernas
-Qué aburrida, ¿y luego?
-Paso a levantarme el vestido.
-No se para qué, si estoy más flácido que tlaconete en sal.
-No durarías mucho así... Espérame, que llegó el lechero; sin albur...
-¿Ya ves? Provocas el incendio y te vistes de bombero, reinita... Te espero...
Guntilda dice:
-Ya estoy aquí. Y me tocaría así, de pie, frente a ti. Me acariciaría el clítoris.
Hieronymus dice:
-¿Me lo acercarías?
-Sí...
-¿Luego...?
-Te diría: ven. Acércate, ayúdame con tu lengua, arrodíllate, tu lengua lo hará mejor que mi dedo. Tú tienes el mando, soy una incondicional que hace lo que quieras, por ejemplo...
-Yo te mamo en este momento. Pediste mi lengua. Aquí la tienes
-Dejémoslo para cuando nos veamos. Mejor platícame algo, lo que sea, para que me baje la temperatura.
-Ya vas, te dio meyo. Uhhhh.
-Para nada, pero espero tu llamada. Mientras, lee esto que te escribí.
Guntilda aceptó la transferencia del archivo "Calor.doc". Iniciando la transferencia...
-Ya lo tengo. Leo: Él tiene calor. Ella es mar. Él tiene sed, ella es agua. Él se acerca al manantial que apenas se derrama pero ya es fuego y frescura, hambre y saciedad para el otro; lo es todo, y ya. Todo es lo que ella brinda y lo mucho que uno recibe. La boca de él y los labios de ella se funden en una succión que los hace levitar. Se hace la magia del tacto, se mira con la piel, se huele con la mirada extraviada., el olfato degusta y el sabor sabe con intensidad salobre y amielada, amarga y acidulce, los dedos revolotean alrededor de Venus y se entretiene entre la ensortijada vellosidad el dedo medio. Son él y ella. Son la vida, el gusto, el placer, el enamoramiento...Creo que me saliste escritora, pinchi Guntilda. Me gusta.
-En vivo y a todo color, soy mejor. Pero le sacas al parche, Hieros. Putete. Te voy a regalar un dildo negro y...
-Ai te va esto, deja de lanzar caca al prójimo: Mi padre fue carpintero y gran aficionado a las funciones de lucha libre. Se tomaba dos tres tequilas, vaciaba sus bolsillos, apartaba un fajo de billetes y a los tres hermanos los llevaba a la arena. Vestíamos nuestras mejores garras y ¡vá-mo-nos! A la entrada de la arena reaparecía el fajo y disminuía por el costo de pambazos rellenos con papa y chorizo y bañados en salsa roja, y los refrescos. A la salida comíamos sopes y tostadas y tacos dorados. Al salir de la casa mi padre era otro, su rostro adusto se distensaba, sonreía y hacía bromas y decía leperadas que le sentaban bien: ayjosdesuchi, pasumá, chinchonamadre y otras por el estilo. Cipriano le llamaban; sin apodo, sin nada que le avergonzara. Mi padre nunca me avergonzó. Ni a mis hermanos. Un viernos no llegó. Lo esperábamos con ahínco. Pagaría sopes, tostadas y quesadillas, puro manjar. Pero no apareció...
-Uggghhh, puro realismo socialista, Hieronymus. No aprendes. Mejor deja de chatear y vente.
-Nos venimos. Pero los dos.
Guntilda dice:
-Me encanta la idea. Haremos compras, traes un chubi y el vino y nos encerramos hasta que caiga la tarde.
Guntilda dice:
-Yo te aviso, sería la semana entrante. ¿Vale?
-Vale
-Un abrazo, y te mando una foto mía, sin tanguita.
-Yo me quedo con el sabor de tu sexo.
-Y yo con el grosor de tu miembro en mi mano.
-Me encanta la idea... Oye: en Archivo pide Guardar como. No tires esta conversación y mándamela por mail, ¿ok?
-Oqui. ¿ tú no lo puedes hacer, güevón putete?
-Oh que la canción. Púdrete.
-Chau.
-Bai.
* Derechos de autor del autor. Publicado en Ficticia con permiso del autor, el: 03/Jul/04