Foro 360

Juan Manuel González

Si se mantiene la vista clavada en el piso, la delicada alfombra roja que conduce al lobby del Foro 360 parece estirarse a cada paso, y aunque sencillo el ejercicio, los débiles de voluntad comúnmente son vencidos a media explanada. Se dice que llegar a la base de la construcción para alzar la mirada por vez primera ofrece la más exquisita combinación de vértigo y asombro al descubrir lo imposible de la arquitectura Escheriana. Retando a los gravitones, sendas columnas alineadas en semicírculo se levantan solemnemente para deformarse hacia un eje central imaginario. Estando al pie de la estructura, las columnas simplemente desaparecen de la vista, pero en realidad ejecutan una curva impecable creando un magno espacio esférico en su interior. Vista desde lejos la estructura puede confundirse con un inmenso domo, pero a medida que los detalles cobran vida y las paredes de vidrio revelan sus secretos, los paradigmas se quiebran.

El Maestro Toskanov se encontraba estupefacto, con la vista alzada y los brazos extendidos, como recibiendo la energía de los genios inventores de tan maravillosa estructura. De haber sido 30 años más joven, probablemente habría caído de rodillas para rendir tributo a la obra.

Al tiempo que trataba de expresar su asombro, el guía comentó, "La ilusión en los elevadores panorámicos es aun más impresionante, se lo garantizo". Antes de proseguir, volteo momentáneamente hacia la estación para burlarse de las caras de asombro de los que apenas iban llegando. Apenas cruzado el umbral, el guía detuvo el paso, le indico su destino y regresó a la explanada para atender a otro espectador. Una suave voz ambiental daba instrucciones sobre como localizar el elevador indicado a la sala. Aunque el lobby no era muy extenso, el área parecía infinita en parte por su proyección vertical, que corría paralela con la curva exterior del edificio. Los elevadores corrían sobre la pared interior del lobby, y aunque vistos desde el piso parecían retorcerse para no molestar a la arquitectura, una vez adentro la gravedad controlada burlaba los sentidos y obligaba a creer que era el exterior el que se vencía con cada metro de ascensión, como rampa móvil que desciende para exponer el horizonte.

Al llegar al nivel 25 mirar hacia fuera implicaba enfrentarse al ilusorio precipicio, pero la vista interior era la que acababa por vencer la lógica común: al salir del elevador los asientos adornados de acuerdo a la tradición se hallaban rodeando un foro central, todos equidistantes al centro, alineados a lo largo y alto de la pared interior del espacio esférico que era la sala principal, ofreciendo una vista perfecta para todos y cada uno de los espectadores. Probablemente todos batallaban unos instantes para vencer su vértigo inicial al verse desafiando las leyes físicas elementales.

El Maestro sacó del bolsillo su boleto para verificar el número de su butaca: "Primera fila, Nivel 25, Ala Sureste" y siguiendo con la vista la original disposición de los asientos comentó "¡Pero si todo es una sola primera fila!" La risa era inevitable al comprender el sentido del humor del genio detrás de la concepción de dicho espacio.


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* Derechos de autor del autor. Publicado en Ficticia con permiso del autor, el: 05/Feb/00