Graffiti neuronal
Juan Manuel González
En un segundo de angustia el Rasta descubrió que la transmisión se había desvanecido. A manera de graffiti neuronal, el último cuadro de la imagen se balanceaba indecisamente entre sus encandilados fotorreceptores y su memoria inmediata. A medida que su campo visual era invadido por la chatarra que le rodeaba, empezó a hacer consciente el desgaste corporal que le agobiaba, sintiendo que su corazón le subía por la garganta y continuaba su viaje hasta amenazar peligrosamente sus tímpanos. Respirando desesperadamente sintió crecer en su interior la angustia de estar lejos de su preciosa droga; la incertidumbre de su próxima dosis le carcomía la voluntad. Nerviosamente trató de recurrir a su reciente experiencia para saciar su apetito, pero nada como la Neta.
Comenzó a balancearse sobre su silla alucinando que las paredes de su claustro estaban cerradas herméticamente y comenzaban a contorsionarse en formas imposibles negándole la posibilidad de movimiento. En un repentino ataque que hipersensibilidad sintió sus oídos aniquilados por el murmullo electrónico de alta frecuencia generado por las fuentes de poder escondidas detrás de la maldita ergonomía, hasta que en el clímax de su jaqueca perdió el equilibrio y sólo sintió su cabeza golpear estrepitosamente el piso para inmediatamente después recibir todo el peso de su cuerpo. Por fin su respiración se tranquilizó. El agotamiento físico lo condenaría a yacer desmayado hasta el próximo día.
Incluso antes de abrir los ojos el Rasta descubrió que había despertado gracias al insistente palpitar en su cabeza, indicándole una vez más los excesos de su ritual. Al intentar mirar a su alrededor, la absurda perspectiva le relató lo incómoda de su posición: tendido sobre su torso pero con las piernas aún enlazadas a la silla. Así es como descubrió lo drástica de su caída. La protesta de los músculos de su cuello le permitió calcular que había estado desmayado y perdido en alguna otra dimensión del tiempo una vez más. Desanimadamente se recuperó sobre su silla y comenzó el reconocimiento acostumbrado de su espacio de trabajo.
En su afán por recordar el curso de sus acciones antes del desvarío, trató de identificar cada una de las ventanas abiertas en su monitor. La mayoría de ellas no eran más que representaciones gráficas de espacios ortogonales de relación. Con la frente punzando todavía por el golpe, le era un poco más difícil identificar a primera vista la trama que estaba persiguiendo en cada uno de los espacios, así que descartó resignadamente cada una de las ventanas. Reflexionando sobre las horas de desvelo que tendría que invertir para recuperar el trabajo arruinado y a medida que el vacío se apoderaba de su pantalla, un oscuro placer masoquista calentaba de nuevo la sangre de sus manos artríticas.
Mientras su mirada se perdía en la infinidad de pixeles luminosos, sus músculos oculares se relajaban al punto en que su visión se iba poblando por imágenes encontradas en su memoria. Su mente divagó descuidadamente.
* Derechos de autor del autor. Publicado en Ficticia con permiso del autor, el: 05/Feb/00