Pecado original

Héctor Viveros

Tomó una porción menor de barro y comenzó las formas básicas. Cerró los ojos y dejó fluir los dedos suave y delicadamente, pensando primero en cuestiones de diseño y de función, pero hacia la mitad del camino, se desvió hacia otros territorios.

El barro se fue volviendo más suave, los contornos más curvos, equilibrados. Después de que ya estaba lista la figura, continuó repasando la superficie, buscando sin encontrar alguna falla o mejora.

El cuerpo adquirió textura, color, aroma y gusto. Los humores se condensaron, fluyeron y se desbordaron. Él, avergonzado frente al cuerpo inerte, frente a su muñeca usada, desvió la vista, secó sus manos y esperó a recuperar su santa paz antes de terminarla y ponerla en su lugar.

Lilith aún no tenía consciencia, pero la piel tiene memoria de sus calores y humedades. Nunca le reclamó nada, pero tampoco lo obedeció jamás, porque sabía que era tan débil como para desearla, tan idiota como para no llevarla consigo, y tan cobarde como para no atreverse a poner, otra vez, una mano sobre ella.

Del Libro "Amores Difíciles, Confesiones Fáciles" Editorial ENG 2005. Publicado con autorización del autor.


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* Derechos de autor del autor. Publicado en Ficticia con permiso del autor, el: 03/Oct/05
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