La causa de Sertorio

Julián Rubén Jiménez

Días atrás la decisión quedó tomada: acudiría a un lugar sagrado a tomar su decisión. Y ahora, a punto de cruzar el río y pisar al fin territorio tamarico, cerca ya de las fuentes sagradas, se detuvo un momento para volver su mirada al camino consumido, a sus dudas ventiladas, a su tierra orgenomesca que dejaba muy atrás. Pero sólo fue un momento.

Después, en la distancia, descubrió al balsero apostado en medio de aquel río; esperaba allí que el trabajo le llamara de una u otra orilla, pues con ambas promediaba y entre ambas disponía, amarrada en sendos troncos, de una soga tendida que servía a la balsa de impulso y guía para el cruce. Y tal le pareció al orgenomesco su propia situación: también él aguardaría que una voz sagrada le llamara a una u otra parte: hacia Sertorio y la fortuna o de vuelta hacia su patria. Como aquel balsero.

-¡Eh muchacho!-, escuchó decir entonces a su lado. Y reparó en un viejo recostado junto a un fresno, y a los pies del viejo dormitando un perro. Y pareció al muchacho que perro y viejo le servían de refugio al hambre, pues se veían tan flacos y necesitados que de no tener pellejo, o de no llevarlo puesto, puede que viendo mondos tantos huesos el uno al otro se royeran.

-¡Eh muchacho!,... ¿pasarás el río? Atiende hijo, deja que pase contigo y quedará para ti este pellejo-, dijo el viejo mostrando al mozo una piel de liebre. Y ofreció al instante la razón del caso.

-No quiere el balsero mi pellejo,... que no parece hombre bueno. Pide por el paso medio bronce o medio colo de grano, y siendo pellejo pide cabra o pide zorro... ¡que de liebre quiere tres el malnacido!; ...y aquí todo lo ves, muchacho, ¡más no tengo!, ¡por no tener no tengo ni a este perro, que él a mí se vino y él a mí me tiene, ...¡¿cómo sino estaría a mi lado cobrando sólo ayunos y servicios?!-, se lamentaba adornando de aspavientos su desdicha.

Y luego de dar noticia de su estado la dio también de su nombre y su nación: Coronos, cántabro como él, del pueblo tamarico. Y diola aún de su oficio, pues supo allí el orgenomesco que fue aquel viejo muchos años aguador; que lo fue por más tiempo del debido, por no dejar ocioso a un asno último que tuvo; que hubo de marchar Coronos a Palantia cuando a Palantia le marchó su hijo; que así entonces su hijo lo pidió...

-...Y quedé solo como un necio. Y luego me murieron mismo día el asno y el oficio, y allí murió también Coronos para amigos, y murió para vecinos y clientes, y buscaban sólo ya mi compañía las miserias, y sólo el hambre visitaba la casa de Coronos cada día. ¡Que no queda a estos despojos otra dignidad que el fuego, y acudo ahora a Palantia porque barrunto allí una quema!

Mucho conmovió al mozo la calamidad del tamarico. Y aceptó encargarse de su paso por el vado. Pero tanto más le sorprendió que encaminara sus pasos a Palantia, el lugar donde él mismo acudía a una llamada de Sertorio, donde le llamaba a él la voz de la fortuna, donde rendiría su camino de pronunciarse las fuentes favorables, ... y donde aguardaba al viejo aquel un hijo.

Tomó al cabo aquel asunto por una coincidencia caprichosa, y nada dijo allí de su propósito. ¿Para qué, si ambos separarían más tarde sus caminos?

Y en esa confianza pidió pasar el río al almadiero, que se incorporó diligente a su llamada, liberó el nudo de la amarra, agarró con ambas manos la soga y movió la balsa hasta la orilla. Y al llegar allí se llegó también a él el joven cántabro, y señalando al viejo mostró después hostil al de la balsa sus dos manos, informándole enojado que medio bronce había en la una y una daga había en la otra, ...y que de una u otra mano cobraría por pasar a todos en su balsa.

Y pasó el balsero a todos por el medio.

Ofreció luego el viejo agradecido su pellejo al mozo, que renunció al regalo contestando que mejor lo empleara en algún cambio de provecho camino de Palantia. Y por no desairar del todo la prodigalidad del viejo, pidió a éste que rogara a Bandue por su causa, pues precisaba ayuda divina en un asunto de importancia, y acudía por ello a buscar respuestas en las fuentes.

-Rogaré hijo... rogaré a Bandue por que traiga a ti fortuna-, ofreció el viejo, y añadió: -Pero debes saber que no escucha Bandue los ruegos de los hombres, que antes se place en gobernar sus destinos a capricho. Créeme hijo, .. pues sabrás que hace un tiempo, viendo que no hay hombre que no espere mejor ventura, también yo acudí a rogar al manantial sagrado. Y rogué allí como un demente necio. Y allí dije: "¡Madre de la Mano Abierta!, ¡Señora Bandue!, ¡escúchame!, ¡vuelve tu atención a Coronos! .. Sé que eres de ordinario sorda y ciega para torpes y gastados, que afean tus virtudes la edad y la pobreza; bien sé que sólo en gente joven fijas tu mirada, por servirte en ellos de estandarte, por mostrarte a todos más preciada. Pero ¡mira!, ¡óyeme!: ¡sírvete de mí y tendrás empacho en mofas!, ¡sírvete y te servirás hartura en burlas! Deposita en el viejo Coronos tu mirada, Señora, y traeré a ti el divertimento del viejo enriquecido que persigue babeando a una mujer joven ... que sólo atiende a otros; .. ¡que busca teta el niño por mamar y la busca el viejo para babear! Atiende mi ruego y seré también por ti, por que te mofes, el viejo torpe y vanidoso que cuelga alamares en su barba y luce lindo airón de plumas en el gorro, para tomar así gallardo su montura ... y caer como un imbécil ante todos del caballo. ¡Mírame Señora!, ¡dirige a mí tu pródiga mirada!, ¡a tu disposición me pongo de gracioso, sírvete de este necio idiota, disfruta las locuras que promete para ti Coronos! ¡Mírame a mí, Señora! ¡Mírame Bandue!". Eso dije allí, hijo.

-¿Y qué fue de la respuesta de Bandue, Coronos?-, preguntó el muchacho aficionado al caso.

-Ya no la espero, hijo. Mira, aquello rogué entonces y volví después confiado a mi desdicha. Y esperé atento muchos días, pero no me contestó. Aparté troncos en el campo, miré en las rajas de las piedras, acudí de noche a buscar mi premio hurgando entre los fangos de las charcas .. pero no me contestó. ¡No me contestó en un año, después quién sabe si mandó respuesta enviándome a este perro! Y tengo para mí que andaría Bandue ahíta de necios y graciosos, o andaría sobrada en perros, o creería que Coronos no aguantaba en el oficio media luna. ¡Ya ves lo insignificante que es mi voz para Bandue! Pero descuida orgenomesco, yo rogaré, .. hasta llegar a Palantia rogaré por ti a Bandue.

Quedó de lo escuchado meditabundo el mozo, aunque nada preocupado: aquellas eran desventuras propias entre miserables y gastados. Y el viejo, ya despidiéndose, le informó que de camino a las fuentes encontraría la ciudad de los tamaricos, donde fuera él mismo largos años aguador. Y añadió que aún podría por ello rendirle un último servicio.

-.. Dicen que quien llega de parte de viejo deja al punto de ser nuevo; de manera que te servirás en mi nombre allí del aguador, a quien dejé yo mismo en el oficio, y pasarás la noche en su casa, y ya de mañana conducirá tus pasos a las fuentes sin tropiezo.

Después tomaron el viejo y su perro el camino del sur, y el orgenomesco, que veía ya reconfortado la proximidad de su respuesta, no tardó en perder de vista sus figuras afiladas.

Encontró al aguador llegando a la ciudad, a un tiro de piedra del portón de la muralla. Se ocupaba en dar al asno en el arroyo el agua de la tarde, y dar de paso a sus cántaros un último equipaje.

-¡A ti buscaba, aguador!

Y allí mismo presentó las garantías que tomara antes de Coronos, dando parte además de su propia condición, de su honorable destino, y del momento en que ya le rebosaba en el arroyo aquel segundo cántaro. Cuando tomó su cántaro el del asno también se apresuró el orgenomesco a aderezar el estado del serón, por facilitar allí a éste su depósito. Se sacudieron después el barrillo de las manos, movió una de las suyas a su barba el aguador y rascóse aquella parte buscando una respuesta. Mudó luego de mejilla. Y escarbó en la otra. Y como no encontrara tampoco allí certezas preguntó:

-¿Coronos dices?

-¡Coronos, sí, el aguador, el hombre que dejó en tus manos el oficio!

-¡¿Coronos?! ¡¿Acaso vienes a soltar en mi barba tu meada?!, ¡¿a eso vienes, muchacho?!

Luego de digerir su desconcierto hubo aún de demostrar su honestidad el mozo ofreciendo al descompuesto tamarico prueba suficiente de la rectitud de sus palabras. Conforme éste, y otra vez compuesto, pasó su mano abierta por la boca y la barbilla, se apoyó en su asno, tomaron ambos aire acompasados, rebuznó el asno por tres veces y descargó también su aliento el aguador. Y ya sin más informó resignado al forastero del asunto.

-Mira orgenomesco, ...muchos años hace que Coronos dejó en mis manos este oficio, muchos, muchos años hace. Y sabrás que no dejó Coronos hijos en Palantia, ni los dejó en sitio alguno, que no dejó aquel día de su muerte sino un perro miserable que aún anduvo por las fuentes arrastrando su pellejo por un año.

Entonces entendió que se vinieron a él todas las desventuras y desdichas que nombrara el viejo, que se le vinieron encima como torres arrumbadas, que se vinieron a él las fuentes sin haber llegado a ellas ... Y esa misma tarde agarró la soga de vuelta hacia su patria. Sabía ya que aquella de Sertorio era una causa perdida.


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* Derechos de autor del autor. Publicado en Ficticia con permiso del autor, el: 07/Mar/05