La maga
Enrique Vallejo
Aunque otras cosas las adivino, nunca sé cuando una mujer va a llorar. La verdad no hacía yo mucho caso a sus historias infantiles de niña maltratada, una vez incluso me contó, ya los dos en la regadera del motel, la ocasión que la violó su papá. Nunca le dije que no le creía porque eso tampoco era cierto, solo que por su manera de andar segura por la vida, quiero decir su carrera de nutrióloga, su entusiasmo, las muchas personas que la buscan, el modo que tiene para tratar a sus pacientes, lo bonita que es, cualquiera piensa que puede tener problemas. Para ser sincero mejor yo, cuando no la veía, pasaba días con fiebre, las ideas en blanco, sin atención en la oficina, hablando a todas horas a su consultorio o a su casa y colgando antes que contestaran para que no se diera cuenta que era yo. Me quemaba por dentro la idea de cacharla con otro, no con su marido por que eso sí, desde un principio, me advirtió que ella estaba bien con su familia, y yo, la verdad, igual con la mía.
Una tarde nos detuvimos, como lo hacíamos a veces antes de llegar, para hacerlo despacio mirándonos en los ojos del otro, estaba lloviendo y de seguro que ella imaginaba algo melancólico, yo adivinaba el viaducto atestado y me alegraba de tener excusa para llegar tarde; recostados de lado, uno frente al otro, puse la punta de mi lengua entre sus labios, cerró los ojos, la tomó y comenzó a succionarla en intervalos, yo la dejé ahí y como continuaba se me vino la idea de estar amamantando a un bebé, !chale! me dije, que cosas te imaginas; ella siguió chupando, yo como para ver que pasaba no hice nada.
Le paramos cuando comenzó a llorar y la cosa se puso de a tiro melancólica y tierna, no digo que eso a mi no me gusta, al contrario, soy mas bien cargado para ese lado y de que la quería, pues la sigo queriendo. Hecha bolita contra mi cuerpo habló hasta que vinieron a tocarnos la puerta, de todo lo que dijo solo recuerdo lo de no volvernos a ver, tampoco le creí y nunca imaginé que ah’ se terminaban esos tres años de encuentros maravillosos.
Cuando sal’ del pueblo disque para estudiar y sin lograrlo me fui quedando de un trabajo en otro, mucho me advirtió mi primo que no fuera a caer con una de por acá, me traje a mi novia, la que ha sido mi señora y aquí la tengo con familia, bien tratada y todo pero confieso, que aunque muchas cosas puedo predecir, la añoranza que siento desde ese día por Maga, esa sí, no me la pude imaginar.
* Derechos de autor del autor. Publicado en Ficticia con permiso del autor, el: 01/Oct/00