Lazos
Iván Madden
Aún no se lo veía pero la leve vibración del piso avisó su proximidad. El perro estaba acercándose al borde del camino cuando al percibir el chirrido de la máquina se detuvo. Mientras tanto, en lo alto, había un águila vigilándolo todo. El perro miró de reojo al cuervo que desde algunos días lo observaba desde el árbol seco. Luego, sin anticipar movimiento, avanzó a paso corto y veloz sobre el cemento ardiente. Un Valiant destartalado de color gris opaco se acercaba crujiendo. El perro no había alcanzado la mitad del cruce cuando dio un giro y trató de salirse del camino. El choque fue contra el paragolpes, sonó seco y el perro fue a parar a la tierra, a unos pocos metros de la carretera. Aún estaba vivo aunque la sangre le corría por el lomo formando un charco.
De un vistazo buscó al cuervo en el árbol pero ya no estaba. Al oír un graznido se desesperó y el esfuerzo que hizo por desplazarse no le sirvió más que para seguir empapándose en su propia sangre. Desfallecía y miraba al cielo. El cuervo sobrevoló en círculos al perro y extendiendo las alas se dejó caer hasta posarse en el piso a pocos metros. Después de observarlo por algunos instantes el cuervo se le acercó cautelosamente. El perro lo miraba fijo pero enseguida bajó la cabeza cerrando los ojos. El cuervo se enarcaba para atacar cuando un zumbido cortó el aire; el águila hizo valer su superioridad y con la sola presencia obligó al cuervo a apartarse. El perro, que paseaba la vista por los rapiñadores, ya no quiso ver. Pero se escucharon dos explosiones. El cuervo cayó muerto mientras el águila, aunque herida, escapaba hacia las alturas. El conductor del Valiant puso la escopeta aún humeante en el baúl, fue hasta donde estaba el perro y alzándolo en los brazos se lo llevó para recostarlo sobre el asiento trasero. El auto, chillando con furia, desapareció en la ruta.
* Derechos de autor del autor. Publicado en Ficticia con permiso del autor, el: 10/May/00