Maquinaria Imperfecta

Héctor Manuel Vargas Núñez

Manual primero: Donde se reconoce el problema.

Estoy hastiado de tanto déjà vu; estoy cansado de tantos sueños recurrentes, de los iconos y la charlatanería. Soy Tomas Auticux, médico de máquinas y demiurgo de mi ínfimo mundo.

Los objetos pierden su significado de tanto que se les asimila.

Las filosofías del ayer parecen no funcionar ahora. Es difícil no engañarse.

Me busco fuera y dentro de mí, sé que no poseo todas las respuestas pero en este momento no pretendo saberlas. Mañana llegará el día en que me sienta nuevamente pleno por alguna reminiscencia de libertad y pensaré que valió la pena soportarlo todo.

Hoy, como casi siempre estoy hastiado; prendo el televisor y regurgito mi odio ante un Piloto de Prueba creado para ser desmenuzado. "Malditos medios y mil veces maldito el Piloto de Prueba que se deja de ellos" pienso.

En el televisor el Piloto de Prueba, un ser con cara alegre y vacío del medio, exalta su admiración hacia un ser nombrado: el Máximo Mandatario Terrenal en las cosas del espíritu.

Cierro los ojos, quisiera borrarme del mundo. La ciudad industrializada me deja sin fuerzas.

El televisor hace su último esfuerzo por mantenerme despierto, me alerta a no perder la cara, el cuerpo y mucho menos el alma; esta vez, ha ganado mi sueño profundo.

Manual segundo: Donde la ayuda interactúa de unidad a unidad.

Las palmeras que emergen en el parque son de dátiles dulces. Ahí conocí a Ojos Saltones, cuando este recogía dátiles del suelo y exigía una propina por su existencia.

A primera instancia no le miré, sino, hasta que, extendida la mano, me exigió tal caridad; pero solo miré su mano y se la negué. Habiendo caminado unos pasos, volví mi vista y le miré a los ojos y divisé en ellos a los ojos de todo el mundo. Me sentí mimetizado con aquel hombre, tanto así que creí ver los mismos surcos a los lados de su boca, como mueca en desaprecio a su derrotero y que otros lo conciben como amargura.

Su mueca no correspondía a sus ojos saltones -de los cuales me llené y-: por los cuales regresé para regalarle unas monedas.

-Sabía que regresarías -dijo Ojos Saltones-, lo sabía por que eres de los míos.

Manual Tercero: El de la libre manutención.

Los semáforos altivos, antes imponentes, color ámbar, dejan pasar cualquier filosofía.

Para bailar la Jindama(miedo) es necesario ser fuerte y yo dudo de mis piernas. Constantemente me asecha la pesadez de existir con su correspondiente necesidad de inexistir. Sé, sin embargo, que lo que me diferencia de lo común es el no traspasar la línea entre suicida suicidado.

Ismo(oponerse a lo establecido) hace su aparición en mi: erguido, sabiéndose pleno de sabiduría en cuanto al todo y a la nada.

Para bailar la Jindama y salir austeros es necesario estar loco y soportarlo todo. Es difícil vivir en este mundo, por eso nos inventamos las mentiras, que forman parte, también, de nuestra libertad.

Manual Cuarto: Donde se pone a prueba la eficiencia de nuevos método.

Mí arma más grande: ínfimo ser, me auto aniquila.

Manual Quinto: Donde la filosofía unitaria mengua, la popular crece.

En la calle el sol ha salido y se respira una aire de pureza. No se percibe un solo rastro de obscuridad.

Siento como si me faltara el aire, pues la luz falsa que se levanta no hace las veces de purificar mi alma.

No he perdido mi cuerpo, no he perdido mi alma; pero estoy solo, borrado e impotente.

¿En qué he fallado? ¿Son los planos correctos los que utilizo para dirigir mi maquinaria humana?

Manual Sexto: Donde se reconoce al hemiciclo: Morir-Nacer.

Todo se lo ha llevado la Ola de Boga; no soy lo suficiente visionario para observarlo.

Después de una sobre exposición: siento como si muriera, pero no soy yo, es el ser ácrata que me deja. Espero no engañarme nuevamente.

Ismo, el ser contrario a lo estipulado, se alegra de verme. Me cuenta que me ha ido sumamente bien, pues mi forma cambiante parece adaptarse a cualquier situación. Cuenta que al ser anterior a mí le desgajaron el cuero, dejando solo su esqueleto, boca arriba, sujeto a tierra; con grilletes en manos y pies.

Manual Séptimo: Donde se reconoce la gran escala.

Se han hecho de un nuevo Piloto de Prueba en el televisor; mi piel se eriza instantáneamente, siento un frío que me cala los huesos pues el nuevo Piloto se me asemeja.

En el televisor, el Dr. Auticux luce una brillantez extraña. Se le ve bañado, peinado y hasta sonríe. Lleva consigo unas gafas oscuras y manipula a diestra y siniestra.

Por supuesto que no soy yo, pues alaba con hipocresía al "Máximo Mandatario Terrenal"; es alguien más destructor y fantasioso que se me parece.

-¿Pueden creer? -dice el Auticux del televisor-. Ese tipo vive constantemente asechado por el suicidio -lo dice mientras de su caja torácica emite senda carcajada sonora-. ¿Cómo se puede vivir así cuando la vida es maravillosa?

Ismo me sonríe nuevamente.

-No es la maquinaria, verdad amo, sino quien crea los planos-dice Ismo y calla.

En mi sensorial infimidad, sé que soy Tomas Auticux, el verdadero. Me acerco a la pantalla para ver "mi" emulada silueta; para notar sus costuras de piel sobre puesta, pero todo está perfectamente maquillado. No se le descubre nada a excepción de sus ojos. Detrás de aquellas gafas oscuras se alcanza a percibir unas cuencas marcadas; se divisa un contorno carnoso en rededor de los ojos. No pudieron unir sobre la piel a unos Ojos Saltones que sobresalen.

Notas complementarias:

Hoy por fin vi mi rostro al espejo -es difícil observarse uno mismo de frente -. Hay un vacío donde antes había cara; el vacío se asemeja al que observo detrás de mí, en el espejo mismo. Hay una ventana detrás; en ella veo un universo que se extiende largo a la distancia en que, ni siquiera yo, Dr. Tomas Eufémita Auticux, lo comprendo.

He visto en gente superior, a la misma que en la inferior. El más alto mandatario en las cuestiones espirituales, no tiene a su alcance sino las mismas cosas que el más pequeño. Cualquiera pudiera llegar a entrevistarse con ese mandatario terrenal y no le haría sentirse más cercano a Dios que uno mismo en sus meditaciones. No hay abuso de poder en esos niveles. Al llegar a ese ser terrenal te percatas que la distancia de su espalda hasta el universo mismo -"donde depositado lo cierto está"- es la misma que el de uno mismo; que las dudas en ese ser terrenal son las de uno mismo. Y sin embargo, nos seguimos inventando títulos, obstruyendo el paso a otro nivel de crecimiento y aniquilado maquinarias. Seguimos manufacturando egoísmo tras la búsqueda de la parafernalia que posee el movimiento infinito en este universo inmenso. A tales cosas nos conformamos con solo amoldar a esta: nuestra "maquinaria imperfecta".


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* Derechos de autor del autor. Publicado en Ficticia con permiso del autor, el: 06/Jul/02