Jornada Laboral de un Mulo Campesino
Antonio Redondo Andújar
Era al amanecer cuando lo despertaron, haciéndole salir de su agra dable cuadra. Luego lo enalbardaron, cargaron sobre él las cestas, los bo rraces y ciertos utensilios que no identificó, pero que no pesaban dema siado. Una mujer y un hombre se sentaron después sobre su lomo y pudo soportar su peso dignamente, puesto que aún era joven y, en conse cuen cia, fuerte. Para colmo, le hicieron caminar apresuradamente unos siete kilómetros. Una vez despojado de su carga, lo ataron fuertemente al ár bol más cercano con una gruesa cuerda, lo que no le impedía moverse libremente por un tramo de tierra no demasiado corto, sobre la que cre cía la hierba que sería su único alimento. Fueron tantas las horas de ocio merecido que, incluso, se aburrió. Miró hacia las mon tañas y descubrió que el sol comenzaba a ponerse. En el preciso instante en que aquél se ocultó, se desató del árbol - sabía cómo hacerlo sin sufrir ningún daño- y se puso en camino, de regreso a su cuadra. Sus amos, alarmados, corrie ron hacia él, mas se alejó trotando. Lo hizo tan deprisa que ellos mismos tuvieron que cargar con todos los enseres, para poder seguirle. El animal, parado en el camino, volvía la cabeza conforme se acercaban: parecía esperarlos. Cuando por fin estaban a punto de atraparlo, con un ligero trote se alejó nuevamente. Se repitió la escena en varias ocasiones hasta llegar al pueblo. Una vez en el mismo, el mulo se detuvo y se dejó atra par. Y cargaron de nuevo las cestas, los borraces y ciertos utensilios que no iden tificó, pero que no pesaban demasiado. El hombre y la mujer no se sentaron sobre su tibio lomo pese a estar extenuados: tan sólo les res taban unos cincuenta metros para llegar a casa.
* Derechos de autor del autor. Publicado en Ficticia con permiso del autor, el: 06/Abr/02