Chincuale

Omar Piña

Sería en este lado de la sala o en la otra esquina. Mamá, ¿dónde nos dejaban los juguetes? Bueno, pero esas eran las manías de Adela, como a ella "nunca la quisieron en su casa". Yo tendría qué, como unos cuatro años.

Sí, me acuerdo de sus regaños:

-Yo ni quería nada.

-Síguele con el berrinche y a ver qué te dejan el próximo año. ¿No bien digo? Ya quisieran otros niños pobres siquiera la mitad de lo tuyo. Y no me creas. Anda, veme feo, sácame la lengua, ¡te la van a cortar! En la noche, cuando estés dormido va a venir el pingo encuerado, con una espada llena de lumbre y aunque grites, no te vamos a oír. Todos vamos a estar bien dormidos. Además, al rato, cuando sientas un viento, vas a ver, se desaparecen todos los juguetes. Y así llores todo el día.

-Los escondo atrás del sofá.

-Es que de plano no entiendes. Tú, como los cangrejos, vas para atrás. Todo el año te estoy repitiendo: <<Pórtate bien que mira, los Reyes Magos desde el cielo tienen una ventanita por ahí se fijan las maldades de los chamacos y las anotan en su libro mágico>>. ¿No te lo repito?

-No me importa porque el libro se puede perder.

-A mí ya me pasó. Por eso te lo digo, estaba así de chamaca....

-No es cierto Adela, tú nunca fuiste niña.

-Pues fíjate que sí. Y lloré porque yo no quería esa muñeca que me habían traído, y toda emberrinchada la fui a aventar al solar. ¿Para qué lo hice? Llegó Gaspar montado en su camello, cogió la muñeca y se fue corriendo. Por más que lo seguía no pude alcanzar nunca al camello porque se fue volando, al cielo.

-No me importa, yo enveneno al elefante y a todos los animales de los Reyes Magos. Y para que sepas, al rato que venga el pingo yo no le tengo miedo, si se me aparece que se cuide, porque me lo voy a chingar.

-¿Dónde aprendes esas palabrotas?

Seré muy dura para entender razones, pero no sé cómo gasta ese dineral para comprar juguetes a los chiquillos. Ahora todo se menea con pilas y usted les compra de esos. En mis tiempos ¡qué esperanza, señora, qué esperanza! Si bien nos iba: un puño de galletas de animalitos, otro puño de las que tienen el merenguito arriba y una moneda de veinte centavotes. Esos eran los Reyes. Y mire que nos espantaban cuando éramos majaderas, nos amenazaba mi papá con los chaneques y los duendes, las tepas y los naguales. Nos decía: <<Acábense la sopa y chupen bien el huesito del pollo o los naguales las van a espantar en el patio>>. Y esto mismo le digo yo a éstos, pero los condenados nada más se ríen de mí y salen con su cuento de los mentados pitucos... ¡pitufos o como se diga! Chincuale.

No hay respeto, todo me lo toman a chiste y a relajo. Me ven que estoy echando tortillas y hasta parece que tengo palo encebado, se me vienen a para junto al comal para que les cuente de La Llorona, el charro negro, la cochina con zuecos, y luego se largan al patio para jugar a lo que les he contado. ¿Se acuerda de las zapatillas que se enchuecaron de los tacones? Pues fue porque los niños se pusieron a jugar a que el mayorcito era "la cochina". Son malos, señora, malos. Dijo Adán: <<Lástima que Adela está ocupada porque como está gorda a ella le iba a salir mejor>>. Por Dios verdadero y Jesús en el huerto, que no hay respeto. Chincuale.

Allá en Tierra Blanca la gente es malora, pero sencilla. Aquí los chamacos son el diablo. Ay, señora, yo los quiero como si fueran mis nietos, pero me agarran de su burla. Ya ve cuando se metió el ratón en la cocina, a las risas los dos porque según el ratón se comía mis calzones y por eso yo tenía ganas de matarlo. Pero ya me desquité, la otra noche que se fue la luz me los voy agarrando con que el gato de doña Lupe era un nagual. Los hubiera visto, agazapados como pollos, no se movieron ni para la chis. Pero si no los espanto ¿cómo le hago? Chincuale.

Adela se despidió la tarde del seis de enero del año 82. Una hija suya había sido violada en la ciudad de México y: <<Ay, señora, si no me tiene a mí, pues ¿a quién más? Yo soy la mamá. Chincuale>>. Y no sirvió de mucho que nos reguindáramos de los flecos de su rebozo y le jurásemos que nos portaríamos bien para que los Reyes Magos no le avisaran al pingo que se le aparece encuerado a los chamacos malcriados.


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* Derechos de autor del autor. Publicado en Ficticia con permiso del autor, el: 23/Dic/04
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