Perder la cabeza
Roberto Gutiérrez Alcalá
Ayer, lo confieso, perdí la cabeza. Alguien debió de haber dado la voz de alarma, pues a los diez minutos un grupo de personas se presentó en mi domicilio.
Inmóvil en el sofá, rogué al cielo para que la busca terminara pronto. Creo que fui escuchado, pues al rato la joven reapareció con mi cabeza bañada en lágrimas y con el pelo revuelto. Apenas la reconocí. La joven dijo que la había encontrado en el cuarto de servicio, y me la dio. Yo me la coloqué de inmediato y, antes que pudiera poner en orden mis pensamientos, aquellas buenas personas me dijeron que, si me atrevía a perderla otra vez, el castigo, entonces, sería ejemplar. Luego se despidieron amablemente y emprendieron la retirada.
* Derechos de autor del autor. Publicado en Ficticia con permiso del autor, el: 05/Ago/00