La perfección lírica
Miguel Ibáñez
Después se puso a llover.
Antes, la abuela había dicho: no miréis, niños.
Muchos años después, yo intenté escribir un poema a partir de un verso que se me había venido a la cabeza: la lluvia enrojecía con sangre las magnolias.
Pero no pude pasar de ahí. Tal vez porque el verso es malo, como todo lo que se le viene a uno a la cabeza: "enrojecer con sangre" es de una expresividad adolescente, y la imagen de la sangre en las magnolias tiene algo de tópico de serie B.
También lo que me pasa es que nunca he podido ir más allá de ese momento, entre el "no miréis, niños" y la lluvia. Recuerdo los ojos abiertos del cadáver, la cara salpicada de barro y sangre, las hojas blancas manchadas de barro y sangre, la voz desencajada de la abuela, y me parece que aquello no puede tener continuidad ni antecedentes: el infierno es también una forma de perfección que no admite el insulto del tiempo.
* Derechos de autor del autor. Publicado en Ficticia con permiso del autor, el: 06/Abr/01