Pseudo-filosofías
Antonio Redondo Andújar
Un profesor cualquiera - de los llamados, sin rigor, filósofos- adquirió cierta fama, no sólo regional o nacional, sino internacional. Su preocupación - como no comprendía, aunque no lo supiese, lo que en verdad dijeron aquéllos que merecen, con razón, dicho nombre- era dar a la masa en frascos diminutos la esencia desvirtuada del ciertamente firme pensamiento de los grandes filósofos. Si se hubiera quedado su esfuerzo en lo antedicho, no habría sido grave: muchos han cometido el mismo craso error, lo siguen cometiendo muchos otros y aún más lo seguirán cometiendo sin duda, si no cambian las cosas. Pero éste, el muy intrépido, se creía capaz de superarlos y que, incluso, lo hacía. Así pues, de un error surgió un error mayor; jamás la incomprensión dio más amargos frutos. Dichos frutos, en cambio, tenían la apariencia de la miel, puesto que prometían, si no esa inalcanzable felicidad amada, al menos bienestar, eso que, en fin, se llama "vida buena", esa promesa vacua de llegar algún día a "ser lo que se es" o algo similar, así como otras fórmulas que no voy a anotar por ser del mismo, en fin, mínimo y corto alcance. Cualquier sabia lectura - Aristóteles, Kant, Hegel, Marx, Nietzsche, etc.- le provocaba, pues, trastornos digestivos y una incontable serie de diarreas mentales, que luego publicaba por el bien de los hombres. A todos sus alumnos - por cierto, numerosos- les exigía luego, no sólo su lectura, sino, qué duda cabe, su memorización, si no su puesta en práctica - otra cosa es que aquéllos supiesen, en el fondo, qué era lo que decía, aunque se lo creyesen- . Y, en fin, que se extendió su débil pensamiento de forma tan notable que, si no provocó lo que anunció San Juan en el Apocalipsis, generó, en todo caso, el germen de lo mismo: un mundo de cretinos.
* Derechos de autor del autor. Publicado en Ficticia con permiso del autor, el: 06/Jul/02