Sombra cereza

Sunday morning is everyday for all I care.
Lithium, Kurt Cobain

Rodrigo Villegas

LUNES

Estoy exhausto; sólo anhelo dormir, pero no puedo. No necesito rezar, no de nuevo; preferiré escribir mis fantasmas... todo el día perseguido y vejado.

Todavía no se lo digo, hace ya mucho tiempo, desde aquella tarde. Doy vueltas y vueltas a través de mi cama, no sé por qué no puedo, ya no sé a qué hora lo logro; siempre la sensación. A punto de quedarme dormido un temblor corpóreo sacude mi descanso, hay veces que resisto y prefiero no entregarme, muchas otras no lo logro. Cuando despierto y la luz de la mañana ya invade mis sábanas, tardo unos instantes en cerciorarme de que no estoy en ningún túnel, ni en ninguna corretiza, es sólo mi habitación, y continúo cansado.

MARTES

Me dirijo a preparar café, si es que aún sobra. Un frasco. No queda mucho; lo preparo todo. Aviento el frasco, creo que se rompe. Mi atención, un viejo recuerdo. Bueno, no para todo, no para una quimera multicolor en la alacena. Me acuerdo, ella me dio esa envoltura hace mucho: Sombra Cereza. "Paleta en forma de cereza con saborizante artificial". Creí que se había perdido; me dijo que no la tirara, que le recordaba mis abrazos: dulces, pegadizos.

Regreso al sillón. Sorbo la taza de café y observo el regalo. Ella, su sensación, siento que me invade otra vez. En algún momento quedo dormido, un sueño, mal sueño, el mismo sueño: una sombra cereza.

MIÉRCOLES

Necesito ir a trabajar sin manchas debajo de los ojos, sin cabeceos entre conversaciones o escritos, sin amenazas violentas a quienes me mueven del brazo para despabilarme.

La cama esta ahí pero no puedo acercarme a ella, dos treinta de la madrugada, las sábanas ya tienen algo. Las almohadas lucen manchas amarillas, soy un caracol nocturno, cansado y baboso. Hoy no puedo evitar sentir temor.

Me distrae un eco de risas. Un intento de mueca se dibuja en mi semblante en estos instantes, ella debe estar en la otra habitación, despreocupada del futuro, no le puedo pedir más. Sé lo que le puedo pedir, lo de la paleta, algo tan insignificante, coyuntura de colores. ¿El sueño? Cereza. Así fue desde el inicio, sí, fue un sonido cereza. No logro ponerme de acuerdo si era mágico o simplemente tortuoso, el caso es que no lo podía encontrar en ese túnel:

Lodo inmundo en mis zapatos, camino a través de esa garganta cilíndrica que no parece tener fin; el andar se vuelve difícil cada vez. Un báculo y mi lámpara son mis únicos aliados en la odisea, riachuelos pestilentes cruzan mis pasos de vez en cuando. El martillazo de mi bastón de repente hace salpicar gotas negras en mi rostro, sólo cierro los ojos y continúo. Oigo a la distancia un poco de su música, pero no aparece ante mí.

Distingo una curva en el túnel, el rango incipiente de mi lámpara es lo único que me abre camino. Doblo la órbita, sólo para encontrar más línea recta. El andar es cada vez más penoso, tropiezo y caigo en ocasiones, en todas me levanto. Oigo pasos detrás de mí, cascos metálicos se apresuran a mi encuentro. Deben ser de él, no cesa de hostigarme. Decido correr.

Mis fuerzas disminuyen, los pasos presurosos se oyen más cerca, parece que están detrás de mí; han llegado. Tropiezo y vuelvo a caer; no encontré la melodía y me han dado alcance, va a tomarme, una ráfaga de aire acompaña lo inevitable. Me toma. Cierro los ojos y distingo el sonido en el viento. Armonioso, cereza.

JUEVES

...

VIERNES (?)

Llegas a casa. Ella está ahí, en la cocina integral preparando cualquier cosa, está aprendiendo. Avientas el saco en el sillón al tiempo que ella sale a recibirte con un abrazo. ¿Cómo te fue?-bien-te extrañé mucho, estoy haciendo espaguetti. El platillo no importa, su dedicación hace la sinfonía del sabor.

Llevan poco tiempo, lo suficiente apenas. Su abrazo es la ventanilla que ilumina el desván. Medicina. Si ella supiera cuánto tiempo del día es para ella, cuántos laberintos tuyos terminan inevitablemente en su aliento, cuánto de ti es para su recuerdo. La sujetas más fuerte. Lágrima del corazón. Más fuerte.

Te pregunta qué tienes. Sólo dices nada. Díselo todo, que no aguantas, que no puedes dormir por ella, que la amas, que no deseas dejarla nunca, que podrías ser su sombra.

Observas la decoración de la casa, blanco recién pintado. Varios adornos que considerarías inútiles, pero sabes que ella los puso; entonces los apruebas. Podría ser dulce: matarse trabajando, tener un hijo, llegar en la noche cansado para cenar, tomar cerveza, compartirlo todo... pero no te deja, la puta sensación.

Ahí está detrás de la parrilla, mirándote con sigilo. Ella está de espaldas, no lo ve. Te inquieta pero no la sueltas. No deja de perseguirte, la idea de amarla para TODA la vida, está ahí detrás de la parrilla y en todos los rincones de la casa. Sensación de no abandono, de protección, de estar ahí SIEMPRE. La persecución no tiene fin, cada vez es única y más fuerte, cada vez peor, con nuevos bríos. Se desliza hacia ti, de nuevo cerca... Un cuerpo se derrumba cuando el espagueti comienza a olfatearse.

SÁBADO

...

DOMINGO

No llevo la cuenta de las noches que llevo sin dormir; no tengo la certeza de estar viviendo el día que mi diario electrónico apunta automáticamente, no sé que estoy escribiendo. Temeroso, anhelante, valiente; cuando tus pensamientos se convierten en tus más grandes temores, cuando no hay camino; sí, todo el tiempo para mí es como esta mañana. Ahora.

Ayer ( o lo que creo fue ayer) me decidí. Pasé mi umbral, el corredor, su puerta. Toqué. Dos, luego tres, y después más fuerte. No abría. Ya había pensado cómo se lo iba a decir, con qué tono; explicaría que no deseaba involucrarla pero que ahora era inevitable. Forcé la puerta y accedió.

La cama, los muñecos de peluche, su ropa; todo estaba igual que siempre. Ahí no había pasado el tiempo desde aquella tarde tan lejana en la cocina. No tuvo un desenlace natural, no, se la llevó la sensación, la de no dejarla, de amarle, de vaciar mi vida por ella... y viceversa . Desde entonces me persigue. El remordimiento, ese que en un túnel me persigue y yo persigo, es lo mismo, sabor cereza.

Hay veces que creo escuchar su risa, alegre y refrescante, saliendo de su habitación. Como en aquellos días en que nos conocimos, cuando le expliqué lo tranquilo de la lluvia, cuando me vendó la mano con su listón, o la mañana que me regaló la paleta -No la tires-Quiero ser tu sombra-Ya eres mi sombra-. Bello recuerdo.

Después de mi crimen la sensación me llevó, me llevó a su lado eterno, como quería. Me entregó a la tarea de cuidarla por siempre. Dulce... aunque el espectro del remordimiento me persiga a todas horas por aquella tarde en la cocina. Pegadizo. Envoltura de colores disfrazada de falta de sueño; es una sensación rara. Ser la sombra de alguien que ya no es más.


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* Derechos de autor del autor. Publicado en Ficticia con permiso del autor, el: 03/Jul/04