Un solo José

Para José Antonio Chaurand. Por amigo y por José.

Ricardo Martínez Cantú

Estimado José Braulio:

 

Cuando encuentres esta carta sobre tu escritorio estarás ante una disyuntiva sentimental que no te ha quitado el sueño (yo bien lo sé) y que enfrentarás con desparpajo: la mejor manera de encarar las alternativas de todo tipo -algunas aparentemente triviales; pero, a fin de cuentas, todas trascendentes- que el destino nos va presentado una tras otra a lo largo de la vida.

María Antonia, María Cristina, José Daniel y tú: las dos Marías y los dos Josés que simpatizaron desde el primer día de clases en la facultad; que formaron equipo para las tareas escolares y para enfrentar juntos las correrías, dificultades, aficiones y placeres de la vida extraescolar, es decir: de la vida y punto. Que durante cuatro años y medio estuvieron unidos y apoyándose en las buenas y en las malas, frente a todos y -sobre todo- frente a ustedes mismos. Que supieron siempre que al terminar la licenciatura en ciencias físicas formarían dos matrimonios y que nunca se preocuparon por saber qué María le tocaría a qué José... porque eso habría de ser algo que se solucionaría solo, en la forma natural en que se resolvían siempre todas las situaciones entre ustedes.

Sin embargo, ocurrió lo inesperado: José Daniel murió hace apenas seis meses de un extraño padecimiento hereditario que se desencadenó bruscamente y que acabó con él en unas cuantas semanas. Y ahora tendrás que elegir entre una de las dos Marías -quienes, bien lo sabes, están esperando tu decisión- y deberás dejar a la otra fuera, en libertad para formar un matrimonio "exogámico".

Yo sé a quién habrás de elegir y, en el fondo y desde ahora, también lo sabes tú mismo. Ambos conocemos, además, la banal motivación: eres la B entre la A y la C. Y, dado que nuestra cultura no permitiría nunca un matrimonio ABC, ni ustedes -enculturados en ella- lo aceptarían jamás; el matrimonio tendrá que ser AB: Antonia y Braulio. La C quedará sola y deberá buscar por su cuenta una D para formar pareja.

Ahora, seguramente, ya has empezado a preguntarte cómo es que sé tanto de ti y es, entonces, el momento apropiado para decirte -con bastantes probabilidades de que creas mis palabras- que si conozco cosas tuyas que sólo tú mismo conoces, es porque no soy otro, sino tú mismo: Tú mismo, pero no ahora; tú mismo treinta años después.

Te casarás, me casé, nos casamos con María Antonia. He llevado con ella y gracias a ella una vida, más que satisfactoria, bastante feliz. Sin embargo, siento que igual hubiera sido al lado de María Cristina y tanto yo, como la propia María Antonia, experimentamos en el fondo un cierta desazón y remordimiento de conciencia al darnos cuenta de que María Cristina no logró nunca -tras una serie de matrimonios frustrados- su plena realización, al menos en el plano sentimental. Probó con muchas letras del abecedario, pero nunca encontró la auténtica D que le correspondía; ni tan siquiera una emergente B.

Ahora mis investigaciones sobre el flujo temporal me han llevado a la posición de poder enviar al pasado un objeto tangible -esta carta- e iniciar, con ello, un rizo temporal; pues tan pronto como la misma aparezca sobre tu escritorio, el universo iniciará una segunda vuelta simultánea de los últimos treinta años transcurridos. Todos en la Tierra creerán vivir un tiempo original y sólo tú estarás consciente de que es una repetición de acontecimientos. Podrás, por ello, encausar los sucesos por otros derroteros y podrás -al tomar una decisión diferente a la tomada en la primera ocasión- generar un tiempo universal distinto y sincrónico al mío.

Yo sé que la carta -con su carácter de objeto patente y extraordinario- te dará una mejor razón, que la de los elementales juegos de letras, para elegir a la compañera de tu vida. Sé por ello, también, que te decidirás ahora por María Cristina. Y es precisamente eso lo que quiero.

Cásate con ella y hazla feliz. María Antonia está de acuerdo. Vive una vida diferente a la que yo he vivido. Orienta, además, tus investigaciones científicas, no por el derrotero de la comunicación con el pasado, sino buscando lograr contacto con las realidades paralelas, generadas en las bifurcaciones temporales.

Y cuando cumplas cincuenta y tres años, comunícate conmigo y cuéntame como te fue en la vida; en tu vida que es mi vida, pero una vida mía diferente.

 

Mis mejores deseos para ti.

José Braulio

 

P.D. Sé que todo ha funcionado de la mejor manera porque la semana pasada, antes de escribir esta carta, recibí su contestación.


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* Derechos de autor del autor. Publicado en Ficticia con permiso del autor, el: 06/Ene/00