Trilogía

Carlos Zugasti

Estoy frente al prototipo de banquero alemán y sus actitudes son tan estereotipadas que siento que de un momento a otro voy a estallar de risa. Tan solo recordar el interminable ritual administrativo por el que acabo de pasar dentro de las bóvedas del Banco de Dresden, para abrir la gaveta que contenía los valores que me legó Tristán, así como la copia del testamento, escrituras, y acciones de valores.

El encargado de la bóveda y otros empleados estaban presentes al ir sacando cada pieza; la identificaban, comentaban sus características físicas y mientras una secretaría anotaba con el auxilio de una computadora portátil, los demás miraban los objetos extraídos.

Cada vez que se extraía una moneda de oro, ésta era colocada sobre una superficie de tela aterciopelada, la limpiaban con delicadeza y en voz alta referían sus características y valor. Todo lo que estaba dentro de la gaveta debía ser identificado y valuado para conocer el monto exacto del legado para calcular el impuesto que yo tendría que pagar al fisco.

Mientras el hombre aquel recitaba el contenido, pensé en lo ridículo de la situación así como lo sorpresivo que fue enterarme de que yo había sido nombrada heredera de Tristán. También era incongruente el monto de lo ahorrado por un hombre informal, que no resistía costumbres, tradiciones, normas, parentescos y relaciones sentimentales. Me molestaba esta situación, sobre todo la noticia sorpresiva al haberme enterado de que Tristan había muerto a consecuencia de inmunodeficiencia adquirida, que lo aniquiló en seis meses de angustiosa postración.

Mi mente no lo aceptaba y el anhelo de evadirme de todo lo que ocurría en ese momento motivo a mi mente a llenarse con nostalgia y recordé toda una vida.

Recordé que fue en Londres, al finalizar un concierto cuando se me acercó Tristán, supuse que se trataba de un caza autógrafos, pero no fue así. Sin mas preámbulos me dijo que era músico, que tenía planeado crear un cuarteto o un trío a manera de ensamble de cuerdas integrado por virtuosos de instrumentos de cuerdas y que yo era idónea para ser integrada. Me interesó la propuesta sobre todo porque esa noche terminaba la temporada. Además yo no tenía ningún compromiso.

Me cito para el día siguiente en un estudio en donde realizaba las audiciones a otros músicos. Tristán quería algo mas que un músico concertista, quería un músico de tiempo completo para formar lo que tiempo después señalarían los críticos como un trío de personalidad poderosa y singular. Dos semanas después de tediosas audiciones escogió a Aleksey, un joven y guapo violinista. Luego alquiló un minúsculo departamento en Berlín hasta, allá nos trasladamos e iniciamos los ensayos. Así surgió nuestro trío: integrado por dos violines y un violoncello. En los ensayos de integración me di cuenta de la gran dote de Tristan como conductor, así como su destreza y virtuosismo en el manejo del violoncello.

Pronto nos convenció de que cada vez que interpretáramos la música de los autores clásicos, fuera también un ejercicio de improvisación un alarde de maestría. Por otro lado teníamos que conservar nuestro sentido de individualidad la que debería ejercitarse constantemente. Todas esas ideas se adentraron en mí a medida que ensayábamos. Adquirimos un estilo. Pronto tocábamos en audiciones, en universidades, en festivales y de allí a conciertos tanto en pequeños como en grandes escenarios.

Algo sucedió que yo no comprendía, como no comprendo en su totalidad lo que esta sucediendo ahora. De repente teníamos una agenda de trabajo impresionante y todo el mundo quería escucharnos, todo era mágico. Perdimos el anonimato, nos hicimos famosos, y se iniciaron las giras.

Era obvio que Inglaterra y Alemania fuesen los primeros países; de allí, Francia, España e Italia... luego todo un año de trabajo sin descanso.

Tristán decidió que necesitábamos un período vacacional y tiempo para renovar el repertorio. Me di cuenta entonces que más que un trío éramos una familia. Necesitábamos estar todo el tiempo juntos, éramos una croupe. La sorpresa para Aleksey y para mí fue el viaje y el lugar para descansar era Ghana, ciudad en la que Tristán había vivido.

Nuestro período vacacional no fue único y exclusivamente de diversión y de descanso. Tristán nos despertaba a las seis de la mañana él y su sirviente tenían preparado el desayuno, luego a ensayar y a tocar algún tema nuevo, mismo que repetíamos una y otra vez, después Tristán nos invitaba a caminar por los valles circundantes y en las tardes optábamos por una siesta. Era cuando Tristán recibía a sus amigos. Entonces la casa se convertía en una tertulia sin fin que se prolongaba hasta las doce de la noche o hasta la madrugada.

Ensayar, tocar el violín eran lo prioritario, recorrer los espacios cercanos era lo grato mientras que comer y vestir no eran problemas esenciales del vivir cotidiano.

En la época de lluvias se suprimían las visitas y en las tardes una agradable brisa bajaba de la montaña. El aire estaba impregnado del olor penetrante de la maleza. Ese olor casi perfume, parecía seguirme durante toda la tarde y entrada de la noche.

Allí en el pórtico trasero de la casa nos sentábamos los tres a esperar la lluvia y su frescor. Aleksey era el primero en retirarse, luego yo y al final siempre se quedaba Tristán que permanecía sentado en el último peldaño de la escalera recargado sobre el soporte de la balaustrada. Otras noches se escuchaba el interrumpido torrente sonoro de los insectos y más allá se escuchaban las melodías y las canciones nativas que para Tristán era motivo de inspiración, mientras el velo nocturno parecía extenderse como un terciopelo negro, sobre el paisaje extinguiendo las huellas del día. Las noches en Ghana ofrecían numerosas incitaciones y en una de esas noches sucedió lo que tenía que suceder. Tristán y yo nos acercamos, nos acariciamos para después fundirnos en uno sólo ente.

En la madrugada una ráfaga de viento impulso mi visión de mujer mientras en el horizonte la luna llena en su plenitud parecía satisfecha de su complicidad. Un tenue resplandor anuncio la aurora. Así iniciamos nuestra vida como pareja. Con Aleksey no hubo comentarios, ni aclaraciones, tampoco hubo preguntas, ni respuestas. Fue solamente continuar.

El nuevo repertorio estuvo listo así que empacamos y nos reintegramos al mundo de las giras, de los conciertos; otros escenarios, otros hoteles; un sinnúmero de restaurantes y los viajes que nunca parecían terminarse. En esa rutina de los conciertos Tristán nos informaba de algún cambio o nos sugería que tocásemos algo personal, pero cuando él tocaba alguna de sus composiciones sobre Ghana, nosotros sabíamos que esa era la señal de la nostalgia, del tedio; era el momento de soslayar otros contratos y regresar a Ghana o algún otro lugar.

Por mi parte yo vivía embriagada con mi propia música y empecé a escribir y hacer arreglos; Aleksey y Tristán me animaban y pronto, también, mis composiciones fueron integradas al repertorio...luego vino la época de nuestra primera grabación.. Estaba tan ensimismada que nunca tuve tiempo de reflexionar en mi vida personal, ni analizar los cambios de actitud de Tristán. A veces el menor error lo molestaba, otras modificaba el repertorio antes de la función, se ponía a escribir en todo momento o se presentaba malhumorado a las funciones, luego se encerraba en su cuarto.

Estabamos en Languedoc cuando nos cancelaron un contrato por mal tiempo, así que aprovechamos la situación para irnos a descansar. Ghana cubrió nuestro horizonte visual y sonoro.

A mí me gustaba caminar todas las tardes y me iba hasta el villorrio que no era mas que una aldea con sus casas de argamasa blanqueada de cal. Una de esas tardes fui a visitar a unos amigos que recién habían tenido un hijo. El milagro de ver una nueva vida me inquietó y pase con ellos toda la tarde hasta entrada la noche. Al salir caía la noche y los rayos indiscretos de la luna se entrometían entre el follaje como una fina trama envolviendo el paisaje en un hálito de misterioso claroscuro.

Llegué a la casa y fui directamente a mí recamara y al entrar vi a Tristán y Aleksey convertidos en pareja. Eran uno. Quedé estupefacta, sin decir nada, cerré cuidadosamente la puerta, me dirigí al estudio, cogí mi violín, mis documentos para viajar, dinero y salí huyendo.

En quince años no supe nada de Tristán hasta hace tres meses en que recibí la notificación testamentaria.


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* Derechos de autor del autor. Publicado en Ficticia con permiso del autor, el: 06/Abr/01