Triste sueño triste

José Álvaro Hernández Flores

Ayer tuve un sueño triste. Tal vez sea inútil decirlo, y decirlo así; sobre una hoja de papel, como si fuera distinto consignarlo de este modo, como si la distancia disminuyera si lo lees despacio y te evitas el desagradable gesto con que crees confortarme cada vez que te cuento. Pero regresemos al sueño, al espacio fragmentado donde parece que la nada existe (y digo parece, porque después de hoy, puedo creer aquello que soñó Oliveira del pedazo de pan y el grito que asusta cuando el filo de un cuchillo...). En fin, pues resulta que ayer cuando llegué te encontré dormida, tu brazo caído a orillas de la cama me susurró que habías esperado mucho y no me atreví a despertarte, parecías tan feliz en aquella calma que me senté en el sillón para mirar de cerca el paso de la noche. Hacía tanto tiempo que no te veía dormir, tus manos se abrían y cerraban rítmicamente y pensé que tal vez debías estar soñando que bailabas, que retozabas danzando como en aquellos días, y ahora que recuerdo la forma en que me lo contabas, entiendo porqué dejaste de hablar de entonces, porqué guardaste lo más íntimo para tí a fuerza de vaciar el estuche de las palabras, de recibir los vulgares asentimientos con que se corresponde siempre, regla tácita de la educación: "Ajá..." ,"es verdad lo que dices", "vaya que si lo recuerdo" . El caso es que pude ver que a tu espalda le nacían alas y yo no podía sorprenderme, pues desde siempre te he dicho que eres mi ángel, aunque a últimas fechas tú sabes... no es necesario repetirlo. Fue hasta entonces que comprendí que era un sueño, que en realidad no existían las alas y que yo seguía en el sofá, tal vez roncando, tal vez de espaldas y desnudo porque ahora el calor agobiante del cuarto me recordó aquel verano con la abuela, justo antes de conocerte, cuando aún éramos niños, y ya desde entonces presentía esto que hoy te escribo, y no es que no te quiera, bien sabes las veces que hubiera flaqueado de no estar contigo, pero en aquellos días me incitabas a que hablara y yo me quedaba absorto porque no comprendía que pudieran importarte las historias que sucedían en la escuela y las pláticas de los chicos que compartíamos la calle, que te alegraras por la novia del Juanelo y por la cascarita que el sábado habríamos de jugar a muerte.... Sentí en mi sueño que mientras volabas con tus nuevas alas, a mi se me quedaban los pies pegados al piso y yo te miraba tan lejos, con tu brazo caído como en la cama, sólo que ahora tan alto que eras sólo un puntito, y yo con mis pies de lodo, sumido en el fango, sintiendo una losa en mi cuerpo muy pesada y caliente, sofocante como aquel verano y todos los que le siguieron en esta vida mierda, tan llena de anécdotas con que se pintan de gris las tardes en el café o el trabajo, o cuando en la cena de aniversario se hace un silencio tal, que se acude a la remembranza, y como último recurso al espacio reservado a los otros sueños, a aquellos que no se han vivido aún y que quizá luego, tal vez cuando seamos viejos...

De madrugada, en la hora de más soledad pensé que podría ser escrito. Al despertar fue un gran alivio ver que seguías frente a mí, que a pesar de todo, seguías (y seguirás...) esperando mi llegada. Bastó que sonrieras al abrir los ojos, para atisbar en tu rostro un fulgor distinto, recordé lo absurdo del sueño, pero el cansancio era aún reciente, y con todo, imaginé que podría intentarlo: "Tuve un sueño" te dije. Tú seguiste callada y sin decir nada te amarraste el cabello y comenzaste a recoger las toallas y la ropa sucia tirada sobre el suelo. Yo seguí sentado sobre el sillón. Creo que mi silencio te supo algo extraño porque de repente interrumpiste tus actividades y dando un largo suspiro te sentaste en la cama y me pediste que te contara. Entonces sentí como si volaras, como si en lo que hablaba, te fueras alejando de mí y yo me quedara solo, tan solo como un punto negro perdido en un mar de palabras.


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* Derechos de autor del autor. Publicado en Ficticia con permiso del autor, el: 05/Feb/00