El chupado
Elías Ruvalcaba
Parece que lo chupó un vampiro y no es para dudarlo. Aunque, de estos personajes se ha dicho todo, menos que tengan semejantes debilidades. De cualquier forma, no se discute alguna excentricidad o vicio desarrollado por ellos.
De que lo dejaron bien chupado, ni sospecha cabe. Quedó cual bachicha enjuta. Apenas una cosita de nada inerme en la acera y, para colmo de males, lo apachurró el último trolebús que pasaba a esas horas.
Los perros noctívagos se acercaron a él, mas su tufo los ahuyentaría porque estaba impregnado de aliento alcohólico. Aquel pinto con sarna fue el primero en olisquearlo, arriscó la nariz e hizo muecas caninas de desaprobación. Luego se fue, untándose a las paredes umbrías y tras él los demás.
Las sombras se marcharon persiguiendo a los perros... La luz de la luna caía formando cubos en las callejuelas...
Al lado de un farol corcovado, entre cortinas nebulosas, una luciérnaga se encendía y se apagaba en el contraluz de la bocacalle, dirigiéndose con rumbo a donde estaba el marchito y, al pasar cerca, supo que era el alma de otro hermano consumiéndose en idénticas circunstancias. Después de esfumarse en cada sorbo que succionaron de él, se le tiró a un lado de donde el primero yacía.
Entonces pudo advertir que su compañero de fatalidad tenía señales color púrpura, como las suyas. Al inicio creyó que era sangre, pero más bien eran residuos de carmín, pues seguro se trataba de una bruja y no de un vampiro. Mejor dicho de alguna vampiresa que les produjo esas marcas al prenderlos con sus labios.
Y estaba en lo cierto. Fue una avecilla nocturna quien se los chupó, dejando manchas rojas en sus boquillas.
Pobres cigarros...
* Derechos de autor del autor. Publicado en Ficticia con permiso del autor, el: 06/Oct/99