El mártir

Manuel Ruelas

-Estoy solo. ¡En este jodido planeta, solo!

Quizás en aquel pequeño planeta exista algún patético tipo de vida que se haya adaptado en tan poco tiempo a toda la inmundicia que dejaron en él, siempre los hay. Pero eso no importa, él se siente solo, al menos ese privilegio no se lo puede negar el universo, un único privilegio después de todo lo irónico que fue con él. Entiende que no es el único ni el primero en sentirse así.

-De sed o hambre, de eso me voy a morir. ¡Qué dulce sabor tiene el agua cuando se tiene la boca seca y pastosa y haces buches con ella! ¡Si pudiera nadar en uno de esos planetas vírgenes donde el agua es azul, cristalina... pero siempre ha estado fuera de mi alcance, y más ahora!

Recuerda haber encontrado por error, alguna de esas veces que se ponía a navegar por la red Clío virtual, el caso de un teólogo, aunque ya ha olvidado la raza ( yo creo que era humano, porque solemos ser muy impertinentes) y el planeta en el que sucedió, su nombre era Lord Aeternum, acusado de herejía.

Para evitar cualquier tipo de idolatría o culto posterior se borró toda imagen existente del apóstata en todos los bancos de datos, no pudo hallar imagen alguna del breve juicio, ni de como se cumplió la sentencia cuando, a la inhumana usanza antigua, se le lanzó a un arcaico reactor de fisión.

El caso fue muy sonado por lo costoso de la sentencia ( tuvieron que trasladarlo años luz hasta una polvorienta planta olvidada por siglos en la obsolescencia, junto con la tecnología artesanal para echarla a andar) que por lo mismo causó uno de los últimos cambios en el programa judicial de la computadora central de la Federación Universal. A él no le pareció un caso interesante por eso, sino por la blasfema teoría de Aeternum. Según el perjuro teólogo la razón por la que Dios creó el universo es simple y sencilla, estaba aburrido, pero aún creando el Universo Dios seguía aburrido y entonces creó al hombre y a todas las razas superiores, para burlarse de ellos. Aún recuerda algunas de las citas que recuerda de Lord Aeternum.

-"Somos los bufones de Dios y nuestras desgracias simples chistes que hacen brotar su irónica sonrisa."...luché con todas mis fuerzas contra aquello que ahora me podría salvar: esos malditos injertos cibernéticos. Con esas pendejadas la computadora central estaría grabando cada movimiento que hago... ¡Es más, no dudo que en estos momentos me estés viendo, y por si las dudas... ¡Toma jodida!

Siente la posición que se toma al hacer una seña obscena y mientras mira su mano le viene a la memoria un dato curioso del informe del verdugo, el cual no se encontraba en la descripción de la ejecución hecha por la computadora: Aeternum sonreía, reía, hacía bromas, estaba de muy buen humor.

A Lord Aeternum no le pidieron que renegara de sus declaraciones, de sus creencias, de su fe porque el daño estaba hecho y tendría que pagar por ello. Un chivo expiatorio más en la Historia Universal, esa grandísima farsa.

Aeternum se comportó como un gran hereje, si acaso antes dudaba de sus afirmaciones, en aquellos momentos ya no dudaba en lo más mínimo, Dios lo castigaba o lo premiaba con la máxima de sus burlas. Haciéndole ver su insignificancia, lo irreal de su vida. Ese era su momento cumbre y se reía junto con Dios de él mismo.

Otro dato importante de la descripción dada por el verdugo es que "se hecho un clavado hacia el núcleo del reactor", chistosas palabras, a veces imagina que Aeternum se sentiría halagado por el humor que causa lo que para muchos es el evento más trágico y serio en la vida de todos.

La religión que profesaba Aeternum, no requería de ritos, no existió ninguna secta religiosa que lo siguiera, no tuvo adeptos, pero todo aquel que la escucha no deja de creer de alguna forma en ella. Aquel monstruo del pasado renació solamente para tragárselo en sus fauces infernales y después volverse a dormir por el resto de la eternidad, su ilimitada hambre nada dejó de Lord Aeternum, ni una sola ceniza. Solamente queda el informe de un caso, perdido en el banco de datos de Clío Virtual.

Todos los que han escuchado la teoría teológica de Lord Aeternum sonríen al sentir el llamado de la Parca, el mismo calofrío hace brillar sus dientes en la espera de aquel éxtasis de comunión.

Sonríe, sucumbe ante la deshidratación, desvaría.

No puede escapar al martirio, que se va acentuando.

Mira a su alrededor, bajo las natas el humor pútrido gira en remolinos que le gritan burlas grotescas, que le escupen en la cara por insensato. El calor le clava sus saetas en la carne, haciéndole surcos en las mejillas secas. Todo el adusto planeta es un coliseo inmenso donde el Universo entero se burla de él, escucha los gritos estruendosos de aquella tole de elementos pervertidos. Al mismo tiempo que él se va extinguiendo, la nave de carga se calcina, arrojando llamaradas rojas con destellos amarillos y verdes, y a pesar de la lenta agonía en que se encuentra lo insulta entre quejidos y fogonazos.

Solamente aquella tierra, que casi instantáneamente pasó de joven a vieja, que sufre la muerte más lenta y penosa, que amamantó a esos zánganos llegados de más allá de cualquier visión, mientras sus hijos naturales eran arrasados sin piedad, peor aún, sin consciencia, como si nunca hubieran sido, solamente ella lo llora con sus cuajadas lágrimas sucias, avergonzada de ella misma.

Por eso luchó él, por aquella sed, por aquella hambre, como todos los mártires que luchan por su muerte. Pero su momento de mayor heroísmo no fue al huir, no fue al tomar un arma y eliminar a aquellos autómatas, sombras de la pesadilla más monótona y aberrante durante su fugaz y solitaria rebelión, ni siquiera es ahora que sufre en este fétido calvario, fue en el momento de alzar su voz frente al infame enemigo que un héroe puede tener, un pueblo falto de fe.

El público eufórico entre clamores le concede la muerte, pero poco a poco, disfrutándolo, no es malicia, es un espectáculo, un simple deleite. Mientras tanto, el arcilloso eccehomo cincela su boca con la lengua en busca de un poco de saliva.

Al principio de su vía curáis deseó encontrarse en un oasis, deseó agua limpia y fresca en la cual calmar su sed, humedecer su rostro, acabar con el calor que le hincha los miembros. Ahora solamente desea fallecer en un desierto, lejos de aquel tufo, donde no encuentre nada parecido al agua podrida que lo insulta..

Sin embargo luchó por la sed que ahora siente, que lo inmola, y aunque de eso se burla el universo, él levanta su mirada lastimosa al cielo gris con infinito orgullo.

En algún lugar del Universo, o en todos lo lugares del Universo Dios ríe.

El lacerado mártir definitivamente va a morir de sed, y aún así, de vez en cuando, sonríe...


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* Derechos de autor del autor. Publicado en Ficticia con permiso del autor, el: 06/Dic/00