Hippie

Sergio Verduzco

Estaba fuera de mí. La conciencia era ya una nave en la que viajaba por el Cosmos.

Mi yo dejó de ser al no recordar la tierra y ésta desaparecer.

Después de todo el Rey tenía razón: Tras un buen hongo o en el ácido nada puede ser igual. Cuando la conciencia toca ciertas experiencias cambia al yo.

Es que hay una tridialéctica perenne entre la experiencia, el yo y su conciencia.

Al prenderme el ácido me vi en cada uno de todos en los que había sido, para encontrar ser ninguno de los que fui tomado del mundo.

Estaba solo

en la espantosa totalidad del universo, viendo transitar mis seres ante el deber de juzgarlos. Frente a experiencia tan aniquilante me sentí exangüe, solo aún presente en un mundo que se desintegró con mis energías de ser.

Sentí cómo escapaba de mí la fuerza, luego fui desvanecido y, cuando me di cuenta, ya no estaba yo en mí, era en la energía que había salido a ser fuera de mí.

¡Como energía pura yo era más grande de lo que jamás sentí ser en mi cuerpo! Vagaba en el universo a ser estrella. Y, viéndome así, jamás pude simplemente volver a ser igual al que era antes.

Es que mentalmente dejas de existir. Las ideas que nos hicimos con la vida se pierden, en lo infinito de su pequeñez, ante la manifestación de la totalidad al intuir la Idea Universal.

Al estar en la Idea dejamos de ser como todo lo que fuimos. Ante la totalidad los valores adquieren su real significado, por ser parte de las presencias que anteceden a la vida que nosotros, como seres vivos, gozamos.

Tronar es espantoso porque nos aniquilamos. ¿Cómo expresar, ir más allá u olvidar lo revelado dentro de mi? Lo único que me ligaba con la tierra era una pregunta obsesiva que los restos de mi yo repetía: ¿Podré volver a la tierra?, ¿podré volver a la tierra?, ¿podré volver a la tierra?

¿Podría volver a la realidad de cada día? En el momento más crítico de mi propio truene imploré: -¡Dios Mío, ayúdame a salir de esta totalidad que me aniquila! Sácame de la extensiva conciencia de mi ser de universo, en que soy todo.

Sé mi bastón para vaciarme de tu luz que me destroza, Señor, ¡para salir delante de lo que me acontece! ¡Auxíliame, Dios mío!

¡Entonces vino la revelación!: Como resultado de mi juego con la droga llegaba a tocar su fondo en locura revelada, ante el total inexplicable de todos los significados, incierto de futuro entre lo que acontecía y lo que había vivido. Era una revelación sin retorno.

Hundido en el surco de un futuro sembradío en las afueras del pueblo de Capula, fuera de mí, vi cómo las nubes de la tarde conformaban un cuerpo de monje con el contorno de la república mexicana, vestida de geografía. Entonces tomé conciencia de que caminaba entre lo arado de milenios, mirando a Venus.

Soy el todo comprendí. Y dentro del todo miré ser Venus.

Sentí, entonces, el flechazo doble del Señor Tlahuizcalpantecutli-Iztlacoliuhqui, que me succionaba hacia Venus para hacerme su luz. En ella me supe parte en la cadena de los testimonios cósmicos.

Y entonces pude regresar, catapultándome en mi cuerpo que cayó hincado en aquel futuro sembradío, inyectado en él a velocidad de luz.

Exhausto contemplaba arrodillado en el surco a Venus. ¡Ella era la cabeza cósmica de un monje vestido de México!


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* Derechos de autor del autor. Publicado en Ficticia con permiso del autor, el: 06/Ago/03