Fernando C. Pérez Cárdenas nació en la ciudad mexicana de San Luis Potosí y actualmente es investigador en el área de física de materiales en los Estados Unidos. Su adicción a las jícamas con chile y a los chamoys es lo único digno de mención acerca de su niñez. En la Preparatoria # 9 de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), al norte del Distrito Federal, fue expuesto de manera metódica a las diversas áreas del conocimiento, por lo que decidió dedicar su vida a lo desconocido; una antigua novia suya insiste en que sólo acudió a dicha institución para aprender malas mañas. Perturbado por sus excursiones mentales en los terrenos de la mecánica cuántica, buscó alivio en las aulas de la Facultad de Ciencias de la UNAM. Su madre asevera que su verdadera intención era perseguir biólogas. Al término de la licenciatura y maestría en física, se vio forzado a trabajar de investigador en el Instituto Mexicano del Petróleo para sostener su nueva adicción: la cerveza oscura. Se sospecha que su relación profesional con la comunidad del Instituto de Investigaciones en Materiales de la UNAM, lugar en el cual desarrolló su tesis de maestría, no era del todo cordial porque ésta, a la primera oportunidad, lo mandó fuera del país.

               Una noche, a principio de la década de los noventa, en una apartada mesa de un bar de mala muerte en Washington, D.C., se sentó decidido a armar un plan para su tesis doctoral, cuyo tema sería los fundamentos físicos de las transiciones vítreas. Pero ni la botella que tenía enfrente ni la música estridente le dieron nuevas ideas para esa empresa. Sin embargo, es ahí donde inicia la primera etapa de su carrera literaria. Ésta dura dos días y da como resultado un relato de tres líneas. No volvió a escribir ficción hasta que a mediados del 2001 descubrió Ficticia, donde se sintió con nuevos bríos al descubrir que era capaz de crear textos de más de cinco líneas. Al mismo tiempo, algunos de los programas de cómputo que había desarrollado para calcular probabilidades de eventos imposibles empezaron a producir historias. Desafortunadamente, los directivos del laboratorio universitario para el que trabaja se han negado a publicarlas en revistas científicas.

               Por el momento, este ficticiano se encuentra bajo tratamiento psiquiátrico para curar su adicción a contar líneas.

 

Publica por primera vez en Ficticia el: 02/Feb/02